Uno: En un gesto profético, Greg Focker dice en alguna parte de la primera entrega de esta serie, La familia de mi novia (2000): “Se puede ordeñar más o menos cualquier cosa que tenga pezones”. La frase, que se refería entonces a los gatos, parece haberse convertido en el principio empresarial de esta tercera parte, Los pequeños Fockers: cómo ordeñar una mala idea hasta la última gota. Porque luego de una década, resulta que los que tienen pezones somos nosotros, la gente del público. Y la idea es ordeñarnos, al parecer con réditos apreciables: los 100 millones invertidos en este mamotreto se han multiplicado por tres (300 millones de dólares de taquilla mundial).
Dos: Ésta y las otras de la trilogía explotan hasta el cansancio un juego de palabras infantil, que aquí en tierras hispanohablantes no tiene mayor resonancia: Focker -un apellido real- quiere decir algo así como “follador” o “tirador” o “cogedor” o “chingón” o “jodedor”, según el país al que se lo adapte. El personaje central -interpretado aquí por un Ben Stiller con cirugía plástica- se llama Gaylord Focker, o Gay Focker para los amigos: un “follador de gays”. Sus hijos son los pequeños folladores del título (y que no cumplen otra función en la película que darle título). Para escapar de su nombre, a veces el protagonista se hace llamar Greg Focker: maniobra inútil porque suena bastante cercano a Gran (Great) Follador.
Tres: La trama ya es conocida: Gay Focker tiene un suegro difícil. Éste, otra vez interpretado por Robert De Niro, decide, a regañadientes, nombrar a su yerno, en un homenaje a El Padrino (o godfather), el nuevo patriarca o Godfocker de la familia: el Jodedor de Dios. Etc. Jueguitos de recreo como estos, ordeñados hasta el final, son los que arman el humor escatológico, de pre-kínder, de la película. (No poco del humor en las primarias norteamericanas deriva del descubrimiento de palabras como Titicaca -que para los niños combina teta y caca- o Urano, “tu ano”).
Cuatro: Ése es pues el humor de los pequeños de todas las edades que abarrotan la película: vómitos, pedos, mocos y caídas. En sus momentos más elaborados, se nos ofrecen escenas casi shakesperianas: por ejemplo vemos, o se sugiere que nos imaginemos, al yerno inyectando una jeringa en el pene erecto del suegro. Cosas así, de ese calibre.
Cinco: La idea del negocio es la siguiente: darle vida a una mala idea con un reparto de figuras icónicas del cine, al parecer incapaces de rechazar ofertas millonarias por el leve trabajo de hacer el ridículo. Es por eso que una película sin efectos especiales ni locaciones costosas requiere un presupuesto de 100 millones: para pagar la humillación de sus estrellas. Tenemos a los judíos Dustin Hoffman y Barbra Streisand reproduciendo todos los estereotipos habidos y por haber sobre ex hippies judíos. A Harvey Keitel (sí, el magnífico Keitel) en un pequeño e inexplicable papel como albañil irresponsable. A Jessica Alba, encargada de mostrarse en ropa interior, que para eso está y le pagan. Y, claro, a Robert De Niro, que realmente debe necesitar mucho la plata como para rebajarse al doloroso show de gestos y contorsiones que se le asigna en esta película.
Seis: Películas como ésta prueban cómo funciona aquello del “libre mercado” en los predios de la cultura globalizada. ¿Qué hay de mínimamente “común” o “global” en estos productos? ¿Los pedos, vómitos y caídas son el mínimo común denominador de esa cultura? ¿Su democrático universalismo? Porque, habría que aclarar, por lo demás Los pequeños Fockers es una gringada completa, que opera por el amontonamiento de una serie de lugares comunes sobre el matrimonio, los suegros, etc., que corresponden a una etnología de clase media profundamente provinciana, parroquial. Con películas como ésta, las carteleras confirman su condición de vertederos automáticos (como cuando nos venden medicamentos que han sido prohibidos en otras partes).
Siete: Pero volviendo a los pequeños chingones: los que se ventilan, decíamos, son lugares comunes sobre el matrimonio. A saber: a) que con los años y los niños, la química sexual de la pareja sufre estragos; b) que los matrimonios están expuestos a la tentación de ex novios/as o nuevas sirenas; c) que la sexualidad de los padres es un tabú cuya violación es siempre chistosa; d) que todo matrimonio confronta la interferencia de los suegros; e) que las responsabilidades familiares son a momentos abrumadoras; f) que' para qué aburrirnos más enumerando.
Ocho: En el centro de esta comedia encontramos al suegro, ese que hace difícil la vida de Gay Focker. Su nombre es Jack Byrnes: ex agente de la CIA, antisemita, homofóbico, con amplia experiencia en la tortura y diversas guerras sucias en el tercer mundo. Entre tanto, aquí, en el tercer mundo, se supone que nos matemos de risa. Ya se sabe: en el fondo, estos torturadores -cuando son gringos- tienen un gran corazón.
Y medio: De las diez películas más taquilleras del 2010 en Estados Unidos, cinco fueron de dibujos animados (Toy Story 3, Shrek para siembre, Mi villano favorito, Cómo entrenar a tu dragón, Enredados) y casi todo el resto son películas para niños o adolescentes aniñados (Alicia en el país de las maravillas, Iron Man 2, Eclipse, Harry Potter 7). Esa es la situación.
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