Natalie Portman se dio a conocer cuando era una niña y ha crecido en las pantallas de todo el mundo hasta convertirse en la gran actriz que despliega todas sus armas en "Black Swan", una película donde brilla con luz propia en medio del calculado caos puesto en pie por Darren Aronofsky.
Portman es sin duda lo mejor de una película que oscila entre los extremos narrativos y visuales y que se caracteriza por una irregularidad que oculta sus virtudes. Basándose en la dualidad del ballet "El lago de los cisnes", de Tchaikovsky, Aronofsky construye una historia en la que la primera bailarina, Nina (Portman) vive en carne propia los cambios de su personaje. Eso permite contemplar la evolución de una joven frágil y perfeccionista, introvertida, temerosa y dominada por una madre posesiva, que debe ser capaz de mostrar las dos caras opuestas de un mismo personaje, el cisne blanco y el cisne negro.
La ductilidad de Portman le permite adaptarse a los cambios que exige un guión que juega continuamente con los opuestos tanto físicos como metafóricos y que le lleva de la niñez a la esquizofrenia sin pasos intermedios. Al dulce personaje de Nina se contrapone el de Thomas, el coreógrafo jefe de la Ópera de Nueva York, un divo francés, exigente y obsesionado con las bailarinas. Y también el de la explosiva Lily, una bailarina que seduce a todo el mundo.
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