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miércoles, 18 de junio de 2014
El lobo de Wall Street
ARGUMENTO
Basada en un hecho real, El lobo de Wall Street cuenta el inverosímil auge y la continua caída al reino del placer de Jordan Belfort (Leonardo DiCaprio, nominado en tres ocasiones por la Academia de Hollywood), el corredor de bolsa neoyorquino que, junto a sus alegres colegas, amasaron una descomunal fortuna estafando millones de dólares a inversores. La película sigue la alucinante transformación de Jordan Belfort, desde que era un hombre honrado recién llegado a Wall Street hasta convertirse en un auténtico forajido de las acciones. Después de amasar una enorme fortuna en un tiempo récord, Jordan se la gasta de la forma más absurda en mujeres, tranquilizantes, cocaína, coches, su esposa (una supermodelo) y un deseo ilimitado de poseerlo todo. Mientras su empresa, Stratton Oakmont, alcanza la cima y él se entrega a los placeres más hedonistas, la SEC (Comisión de Títulos y Bolsa) y el FBI se acercan a su imperio de excesos.
Dirigida por Martin Scorsese, El lobo de Wall Street, cuenta con las actuaciones de Leonardo DiCaprio, Jonah Hill, Margot Robbie, Matthew McConaughey, Kyle Chandler, Rob Reiner, Jon Favreau y Jean Dujardin.
LA EXHUBERANTE VIDA DE UN FORAJIDO EN WALL STREET
“La historia me hizo pensar en Calígula en la época actual”, dice Leonardo DiCaprio, que encabeza el reparto de la película, además de ser uno de los productores. El actor no duda en comparar la vida de Jordan Belfort con el emperador romano más depravado y autoindulgente, pero se quedó estupefacto al ver los deseos desaforados de Calígula trasladados a una agencia de bolsa en Wall Street dirigida por unos chicos de Queens.
Le atrajo la idea de unos forajidos del mundo de las finanzas decididos a disfrutar a tope y sin tener en cuenta las consecuencias. “A finales de los ochenta y principios de los noventa del siglo pasado, Wall Street no estaba regulado, era como el Lejano Oeste en su peor época”, explica Leonardo DiCaprio. “Jordan Belfort estuvo entre los lobos que se aprovecharon de los resquicios para hacerse con una enorme fortuna. Me pareció que su historia encarnaba a la perfección esa época, cuando las instituciones financieras se descontrolaron totalmente”.
También le gustó la absoluta honradez con la que Jordan Belfort reconocía haber alcanzado el éxtasis; por ejemplo, el dinero era tan abundante que se usaba de colchón para las relaciones sexuales, y lo exorbitante se convertía en habitual. “Me fascinó descubrir la total candidez de Jordan cuando hablaba de su alocada vida. Lo contaba todo, no escondía nada. Tampoco se disculpaba por su ansia de dinero y su desaforado consumismo. Me pareció que podía ser la base para un personaje fascinante. Y el hecho de que acabara pagando por lo que hizo, también daba pie a una historia genial”.
Antes de que Jordan Belfort fuese acusado de fraude y blanqueo de dinero, llevaba la vida más barroca y orgiástica imaginable: pilotaba su helicóptero, conducía seis coches de lujo, surcaba los mares con un yate de 50 metros de eslora que había pertenecido a Coco Chanel, llegó a gastarse 700.000 dólares de golpe en hoteles y prostitutas, y tomaba habitualmente 20 metacualonas diarias además de cocaína y morfina.
Y lo perdió todo. Con mucho tiempo y nada que hacer, escribió una crónica exacta de su auge y caída, revelando paso a paso cómo empezó a vender acciones muy baratas desde un garaje, hasta convertir el negocio en un “pump and dump” (la perfecta estafa en la que los corredores inflan los precios de los valores, los venden e inmediatamente hacer caer el precio), antes de destrozar su vida por culpa de una voracidad desmedida. El libro, escrito con la típica irreverencia e ironía neoyorquinas, fue muy aclamado por los críticos gracias a su ritmo rápido y a su sentido del humor, y a algunos incluso les pareció el perfecto retrato del consumismo y de la locura por el dinero que se ha apoderado de Estados Unidos.
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