El cine latinoamericano está pasando por un gran momento”, ha dicho Juan Carlos Valdivia en la presentación del Festival de Cine Bolivia 4K. Y tiene razón. Dos “ejemplos” grafican esta buena racha: la argentina Relatos salvajes (de inminente estreno en Bolivia) y la venezolana Pelo Malo (ganadora de la Concha de Oro en San Sebastián en 2013). ¿Y por casa cómo andamos? Mal, ni caminamos, apenas gateamos escudados en unos cuantos directores que todavía inspiran respeto y credibilidad.
¿Hace cuánto que no ves una boliviana? Y la peor de todas: ¿hace cuánto que no disfrutas con una “peli” nacional? La crisis de nuestro cine ha hecho lo imposible: el público se ha desenamorado. En Venezuela, cuatro millones de personas vieron cine “criollo” el año pasado (récord en su historia), el doble que en 2013.
La grieta entre nuestro cine y el público se superará cuando el Estado crea de verdad (y no de palabrería) que el cine es una expresión cultural del pueblo boliviano; cuando formemos nuestros recursos humanos (hace falta rigor); y cuando destinemos plata para hacer buenas (regulares y malas) obras. El resto lo tenemos: país maravilloso, pluriétnico, repleto de creatividad, sueños, memoria, lucha e historias.
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