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domingo, 23 de julio de 2017

Transformers: El último caballero Su juguete preferido

Michael Bay ha asegurado en tantas ocasiones que la nueva película de Transformers iba a ser la última dirigida por él que sólo nos podemos tomar en serio sus intenciones una vez vista.

El último caballero. Hasta ahora, las únicas veces que el director estadounidense había abandonado la franquicia fue para encargarse de dos propuestas bastante atípicas dentro de una filmografía que había contado siempre con un estilo y unas constantes perfectamente definidas: Dolor y dinero (2013) y 13 horas: Los soldados secretos de Bengassi (2016).

Ambas, tan ruidosas y testosterónicas como las que más, pero también poseedoras una ambición lejos del regodeo por la destrucción urbana que sobrevuela su trayectoria; un afán por trascender, por inyectarle cierto aire fresco a un estilo tan asfixiante que ni jugando a la autoparodia pierde presencia. Acaso, porque la autoparodia se encuentra arraigada en sus propios genes.

No cabe duda, pues, de que Transformers es el juguete con el que Bay no puede evitar distraerse cada tanto -no descartemos que, en algún momento de todos los años que nos esperan de Autobots y Decepticons, nuestro hombre vuelva a sentarse en la silla de director para acariciarle el lomo a Bumblebee-; una oportunidad, facilitada por la taquilla, que le permite hacer cada tanto lo que más le gusta sin complicarse la vida en exceso.

El último caballero es otra oportunidad más. Sobre ella pende, sí, cierto amago de trascendencia por cuanto habría de significar para la franquicia que su mayor aliado abandone, materializado en torno al regreso de ciertos personajes del reparto original y al fundamental interrogante que da pie a la saga entera -¿por qué los Autobots insisten en quedarse en la Tierra durante años y años cuando está claro que no nos aguantan?-, pero, en síntesis, Transformers: El último caballero es una película de Michael Bay y de Transformers. Con todas sus virtudes y con todos sus defectos, si es que le merece la pena a alguien ahondar en estos últimos. A estas alturas.

En contrapartida, y suponiendo en ese sentido una entrega bastante superior a, por ejemplo, El lado oscuro de la Luna (2011) -donde residía también cierta vocación de carpetazo, malentendida como necesidad de ponerse seria y sombría-, El último caballero tiene interiorizada al máximo su condición de fin de fiesta que, combinada con el quijotesco afán por inyectarle profundidad al universo Transformer, da pie al guion más alocado y delirante de cuantos hemos tratado de distinguir por debajo de las explosiones de la saga. Siguiendo la afortunadísima estela trazada por La era de la extinción (2014) -que, nunca debemos olvidar, concluía con Optimus Prime armado con una espada a lomos de un tiranosaurio mecánico que escupía fuego-, El último caballero se complace de meter todas las ideas absurdas que los guionistas puedan pergeñar sin nunca resultar especialmente ridícula, o producir extrañamiento en un público que sabe -o debería saber- a lo que va. Precisamente, por lo que comentábamos antes del incombustible estilo de Bay.

Por lo demás, El último caballero se ve únicamente capaz de decepcionar cuando desaprovecha con tanta alevosía las intentonas de añadirle aristas y nuevas imágenes a su propio universo, siendo espléndida la pareja que hacen un Anthony Hopkins todoterreno y su mayordomo-robot-ninja-británico-esquizofrénico -y había quien pensaba que La era de la extinción suponía la cumbre de la carrera de Bay-, pero desdibujándose al paso de los minutos tanto el impacto de la traición de Optimus Prime, como el regreso de los personajes clásicos -sólo brilla Shia LaBeouf, y eso que se trata de un cameo minúsculo-, como la gran marcianada que se prometía el guión, reducida a los tres o cuatro planos rocambolescos que ya vislumbramos en el tráiler. De la fugaz intentona por desarrollar personajes femeninos con cierta entidad -algo en lo que Bay se percibe especialmente incómodo- mejor no hablamos.

¿Importa algo de esto a la hora de enfrentarse a la entrega más excéntrica y furiosa de una saga que nació siendo excéntrica y furiosa y que, al fin y al cabo, narra los reiterados enfrentamientos entre robots gigantes que se transforman en vehículos? Evidentemente, no mucho. De un modo u otro, dentro o fuera de Transformers, Michael Bay va a seguir pasándoselo en grande. Está en nuestra mano unirnos a él o no pero, dado que fuera de este cine hedonista, rotundo, poderoso, hay mucha menos cámara lenta, muchos menos disparos, y mucha menos diversión desacomplejada, quizá lo mejor sería no pensárselo demasiado.

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