No trajo películas, pero sí mucho cine. La española Marta Andreu dictó, en el marco del II Festival Latinoamericano de Cine Documental A Cielo Abierto, que organizó el Centro Simón I. Patiño entre el 19 y 23 de agosto, una conferencia magistral sobre el documental de creación contemporáneo. Por la lucidez y la cultura cinéfila que derrochó esta productora y formadora, especializada en talleres de escritura de cine y evaluación de proyectos documentales, no pocos dudaron en grabar su charla. Grabada fue también la entrevista que concedió a este medio para dimensionar la relevancia y el impacto creativo y social de los festivales de cine.
P: ¿Qué valoración le merecen los festivales de cine chicos como el A Cielo Abierto de Cochabamba?
R: Los festivales chicos me atraen muchísimo. Un festival grande con muchos recursos económicos puede llevar mucha gente, facilitar que se compartan espacios y se intercambien películas y criterios. En cambio, un festival pequeño puede focalizarse, cuidar el objeto, ser mucho más selectivo, tener una línea editorial fuerte, generar actividades que van poco a poco instalándose en la comunidad y, sobre todo, ser un foco de cinefilia y de amauterismo, en el buen sentido de la palabra, de amar lo que hacemos, cuidarlo, profundizarlo. Realmente pueden convertirse en escuelas de la mirada.
P: ¿Qué perspectivas le ve al Festival A Cielo Abierto?
R: Después de haber estado en la segunda edición del festival, veo que promete, siempre que se haga con dedicación, con tino, con mucha exigencia, con nada de condescendencia. Las películas que están en el festival tienen que ser las mejores. Y cuando digo las mejores hablo de las más exigentes, las que buscan, las que se inventan, las que se preguntan, las que reinventan, las que encuentran el equilibrio entre la forma y el fondo.
A Cielo Abierto no puede permitirse el lujo de ser un festival perezoso.
P: ¿Cuál es el camino para evitar la pereza?
R: El festival tiene la obligación de mirar más allá, de ser incisivo, de ser provocador, pero no en el sentido de insultante, sino en el sentido de que sacuda al que venga. Que aquel que venga sienta que algo es distinto. Que si escucha hablar a alguien en el festival, le haga repensar en lo que hace, que le provoque ganas de seguir haciéndolo o de hacerlo de forma distinta, de moverse, de conocer al otro. Me parece que los lugares pequeños son ideales para eso.
P: ¿Qué importancia tendrán los festivales de cine para los cineastas, los públicos y las poblaciones que los acogen?
R: Tienen importancia absoluta. En el caso de los festivales pequeños me parece muy importante el ejercicio de llevar las películas al espectador.
Por mi experiencia puedo decir que el cine es solo cine, pero también más que cine. Hay algo más y ese “algo más” creo que somos las personas que podemos generar este tipo de lugares de encuentro, que tenemos la responsabilidad y deberíamos tener el deseo de hacerlo. El festival, en sí, es un lugar de encuentro, intercambio, conocimiento y reconocimiento; un lugar en el que se aprende, pero también se desaprende.
Me parece importante que el festival sea un lugar que le dé cosas al lugar que lo acoge, que abra sus puertas a la gente, que invite, no por ser paternalista ni por vender, sino por entender que nuestro cine existe porque existe un mundo. Entonces, se trata de devolverlo, de devolver la mirada a su origen.
Festival ofrece pantallas con otro tipo de contenidos
El crítico peruano John Campos fue invitado al Festival A Cielo Abierto para dictar un taller de crítica junto con el argentino Eduardo Antín (popularmente conocido como Quintín). Así también condujo un conversatorio sobre una de las películas de la muestra. En su condición de director del Festival de Cine de No Ficción Transcinema de Perú y programador de secciones de otros eventos similares de América Latina, Campos valoró la experiencia del A Cielo Abierto y ponderó la importancia de los festivales de cine en contextos como el boliviano.
P: ¿Cuál es la importancia de los festivales en términos de formación de públicos?
R: Los festivales de cine son importantes porque posibilitan que las pantallas de cine tengan otro tipo de contenidos, por lo menos durante una semana. Esto debe ser el punto culminante de una actividad de programación que se dé a lo largo de todo el año. No hay peor festival que el que muestre algo específico y que después no lo vuelva a mostrar.
Más que para formación de públicos, considero que los festivales sirven como un entrenamiento de sensibilidad para gente interesada. Si bien los festivales no son de impacto completamente regional, sí pueden ayudar a mejorar la escena en muchos casos.
P: Además de su impacto sobre los públicos, ¿un festival ayuda también a forjar una escena de cineastas, gracias al acceso a obras y al intercambio con profesionales de otros lugares?
R: Es un buen punto. Depende mucho de qué tan institucional es el apoyo que recibe el evento. En el Festival de Cine de Valdivia (Chile), por ejemplo, la ciudad entera, que es chica, se vuelca al festival. Como es el más antiguo de su tipo en Chile, sí ha permitido que los cineastas de los últimos años se hayan formado viendo películas en Valdivia y que su anhelo máximo sea estrenarlas en ese festival. Ya se vuelve como una mística. Así, los festivales pueden servir como convocatoria para oficializar una movida, superar su dispersión y funcionar como manifiesto visible de esa movida.
P: ¿Qué criterio le merece el Festival A Cielo Abierto?
R: Lo que me gusta de este festival es que tiene una preocupación por formación de públicos, que la hace explícita con los talleres y con los conversatorios de los cineastas con el público asistente. Hay una coherencia por hacer llegar ese discurso de distintas maneras.
“Son urgentes para la formación de públicos”
El crítico de cine paceño Sergio Zapata impartió un taller en el A Cielo Abierto. Como coordinador del recién nacido Festival de Cine Radical de La Paz, aprovechó la visita para analizar cuál es el lugar de los festivales en el medio boliviano.
P: ¿Contribuyen los festivales a formar públicos para el cine ahí donde se organizan?
R: Los festivales tienen un target específico y generan una identidad en los propios centros urbanos donde se hacen.
P: ¿Esa identidad puede incidir sobre las ciudades que acogen los festivales?
R: En torno a la identidad que generan se potencia una marca, que puede ser de un espacio, de una institución, de un mismo municipio o ciudad o, incluso, de un país. Ése es el gran valor de los festivales.
Sin embargo, en nuestro contexto específico, los festivales sí son urgentes para la formación de públicos. Los mejores ejemplos de esto en La Paz son los festivales de jazz y danza en torno a los cuales se han formado profesionales y públicos, que ya esperan por ellos y los han vuelto en parte de su rutina formativa.
P: En cuanto al Festival de Cine Radical de La Paz, ¿cree que tenga un impacto sobre la creación o consolidación de una escena de realizadores bolivianos?
R: En el lugar donde se hace el festival en La Paz, que es la Casa Espejo, ya se habían estrenado cortos y largos nacionales, con la autorización de sus directores. Por eso, llegado el festival, tres realizadores insistieron en estrenar sus trabajos ahí. En eso puede verse un intento de una mística que está surgiendo en torno al espacio. Ahora, el tiempo dirá si esto se convierte en un fenómeno del festival.
P: ¿Los festivales inciden en los criterios de exhibición de los cineastas?
R: En Bolivia ya hay cineastas que no tienen esa idea ingenua de que deben estrenar en salas comerciales. Saben que ésa no es la única plataforma de visibilización de su trabajo, sino que ya consideran otras, como el cineclub, la televisión, internet o los festivales, que les pueden dar cierto estatus.
Buscamos espectadores creativos y comprometidos
El Festival A Cielo Abierto abre sus espacios para convertirse en el lugar próximo, íntimo y cercano, donde los ojos del público resplandezcan ante la luz de los documentales latinoamericanos que participan en las muestras y ante las ideas que los profesionales del cine y documental internacionales y nacionales compartieron en los talleres y charlas magistrales programadas para el festival...
Recordar y revisitar la obra de los grandes maestros del documental latinoamericano es una tarea que el festival emprende pensando siempre en la formación del público y del medio documentalista...
El espíritu del festival es el de inculcar la libertad de mirada en el público, una libertad ganada con conocimiento, con formación, con trabajo y consciencia. Es por eso que el festival este año hizo especial énfasis en la formación crítica del público, pero también de los críticos, pues en su ejercicio crítico es donde reside la democratización de criterios de lectura, de intercambio de saberes y del surgimiento de una sociedad de personas formadas y cultas con participación masiva y crítica en los procesos de construcción y expresión cultural. En el aspecto formativo, esta versión del festival organizó varios talleres en torno a la crítica cinematográfica y a la realización documental, como el “Taller criticar la crítica”, en el marco de las 2das Jornadas de Periodismo Cultural, y el “Taller de Archivo y Cine Reciclado”...
Con todas estas actividades, con toda esta ilusión, el Centro pedagógico y cultural Simón I. Patiño, dependiente de la Fundación Simón I. Patiño, aseguró una segunda versión del Festival A Cielo Abierto buscando que las miradas del público se enciendan y se incendien bajo el cielo de Cochabamba y que iluminen a la sociedad para construir hombres creativos, activos, comprometidos.
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