Se ha dicho que la vida de Tarantino se reduce a escribir historias, dirigir películas y seguir viendo cine. También se ha dicho que es un animal cinematográfico, alguna clase de bestia cinéfaga. Lo que parece incuestionable es su corazón cinéfilo y su amor filial por antiguas películas, en una especie de fetichismo nostálgico.
Con vistas a componer su historia de cine alternativo a la oficial, Tarantino ha mamado en todas las filmografías de todos los países, de todos los idiomas, de cualquier cultura.
Nacido en Knoxville, Tennessee, a punto de cumplir 50 años, se formó en el sur de Los Ángeles, en el barrio de Harbor City, entre blancos y negros, influido por las culturas populares, por las películas de artes marciales y por miles de DVD como vendedor en un videoclub.
Tarantino representa el nexo de unión entre las películas de los 60 y el cine actual, entre el cine de autor de las filmotecas y el tipo de cine más popular que siempre ha coexistido con aquél.
No es difícil imaginarlo echado en un sofá, rodeado de cervezas y patatas fritas, absorto en la pantalla, con las carátulas de los DVD tiradas por el suelo. En más de una ocasión, el cineasta español Álex de la Iglesia ha contado cómo fue cenar con Tarantino en una de las visitas del estadounidense a España: “Se trata de un señor que sólo habla de cine y me preguntó si sabía cómo conseguir una película del 73 que se rodó en Sevilla, que no la encontraba en ningún lado”.
La televisión, las series B y Z, la literatura negra popular, los cómics. Lo puramente emocional, lo visual, también lo visceral. Eso le interesa a Tarantino.
Hitos
Destaquemos los momentos principales de su filmografía: su primer gran éxito fue Reservoir Dogs (1991), un film pensado para rodarse en 16 milímetros, pero que de pronto tuvo el apoyo del actor Harvey Keitel y se convirtió en una película de 1,2 millones de dólares de presupuesto. Destaca el plantel de actores que participaron en ella: el propio Keitel, Michael Madsen, Steve Buscemi, Tim Roth, Lawrence Tierney, Chris Penn y el mismo Tarantino.
Hay quien dice que se trata de su mejor película: triunfó en el Festival de Sundance y recaudó 2,8 millones de dólares. El guión era modélico. En ella se exhibían las claves que han convertido en único a su cine: ritmo, ingenio, atrevimiento, desmesura, magníficos diálogos, desvergüenza y mucha sangre a cámara lenta.
Sin olvidar los guiones que hizo y vendió con anterioridad -los de True Romance, 1992, dirigida por Tony Scott; y Natural Born Killers, 1993, de Oliver Stone.
Pulp fiction (1994) hizo llegar a Tarantino al gran público con el beneplácito de la crítica, ya que con ella obtuvo la Palma de Oro del Festival de Cannes.
Allí estaban John Travolta y Uma Thurman, arropados por un gran elenco en el que se hallaban Bruce Willis, Samuel L. Jackson, Rossana Arquette y Christopher Walken. Allí bailaban los dos de manera divertida, ensimismada y convulsa, en aquella cafetería cuajada de referencias cinéfilas. Y allí había interminables monólogos sobre lo humano y lo divino, y pistoleros a sueldo, y sangre de tomate por todas partes, y seres desvalidos, y amor a prueba de fuego.
Además, con ella se ganó la etiqueta de violento y un sinfín de detractores, algo que le ha acompañado el resto de su carrera. Porque en Tarantino hay dos tipos de violencia: una de cómic, juguetona, de una gran fuerza visual. Y otra, seria, perturbadora, brutal. “Esta última es de una naturaleza diferente y no deja moralmente indiferente a nadie”, ha dicho Tarantino sobre ella.
Sus siguientes películas fueron Jackie Brown (1997), basada en una novela del gran Elmore Leonard, una especie de homenaje a un movimiento cinematográfico que tuvo lugar en Estados Unidos a principios de los 70, un “boom” de cine negro con bandas sonoras de conocidos artistas, el “blaxploitation”, con una bellísima Pam Grier recuperada.
Las artes marciales chinas, las películas de género japonesas denominadas “jidaigeki” y los “spaghetti westerns” confluyeron más tarde en Kill Bill Vol. 1 y Kill Bill Vol. 2, una historia de venganza radical en la que su manera de hacer cine se va estilizando.
Las dos últimas
Con Inglourious Basterds (2009), un filme bélico ambientado en la II Guerra Mundial, describe las peripecias de un grupo de infiltrados en la ocupación de los nazis en Francia que quiere acabar con el régimen dictatorial de Hitler.
El guión de esta película lo escribió y reescribió durante diez años y parece que ni el mismo Tarantino se sintió a gusto con el resultado final. De ella cabe destacar la portentosa presencia de Christoph Waltz, que también brilla en su siguiente film, Django Unchained (2011).
En ella revisa y resucita por enésima vez un género, el western, y no sale malparado de la prueba. El hilo conductor del relato es la historia de la venganza, otra vez, de un esclavo liberado contra su antiguo amo, en el profundo sur de Estados Unidos.
Con ella elige los elementos que le han hecho famoso: el uso de la conversación, la elección de los temas musicales, la exaltación de emociones, el melodrama, el homenaje a los subgéneros cinematográficos, las historias dilatadas en el tiempo. El entretenimiento, en suma, desenfadado. El cine que le gusta ver al espectador Tarantino.
Conductor de sentimientos
En enero de 2010, en declaraciones al diario británico Evening Standard, advirtió de que, cuando dirige una película, siente que está conduciendo los sentimientos de los espectadores porque puede decidir cuándo hacerles reír y cuándo hacerles sentir horrorizados.
Para él es necesario que se muestre sangre en la gran pantalla, porque “cuando pegan un tiro en el estómago a un tipo sangra como un cerdo, y es eso lo que quiero ver, no una pequeña mancha roja en mitad de la tripa”.
El actor, guionista y, sobre todo, director de cine Quentin Tarantino cumple ahora 50 años y ya han pasado 20 desde el estreno de Reservoir Dogs. Seguro que su vida ha cambiado, pero también es seguro que su manera apasionada de entender el cine no lo ha hecho. “Los 60 serán mi tope -ha subrayado-. No quiero hacer películas geriátricas”. (EFE Reportajes)
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