En 2009, Lee Daniels fue encumbrado por la crítica estadounidense, en mi opinión sin demasiados argumentos sólidos, a causa del éxito de Precious. El filme obtuvo el Oscar al mejor guión adaptado y Mo’Nique que interpretó a Clareece Precious Jones se alzó con el Oscar a la mejor actriz de reparto.
Con tal aluvión de críticas positivas, Lee Daniels se lanzó a la adaptación de la célebre novela de Peter Dexter, The Paperboy (El chico del periódico), que fue largamente perseguida por Pedro Almodóvar.
En The Paperboy, Lee Daniels continúa con su ambición de fundir lo alto y lo bajo, la crítica social con lo pop y lo kitsch.
El filme se centra en la búsqueda de un periodista (Matthew McConaughey), que regresa a su pueblo natal en las profundidades de Florida para investigar el caso de un hombre (John Cusack) condenado a muerte, acusado de haber asesinado a un sheriff. La justicia carece de pruebas definitorias, y el periodista trata de derrumbar la sentencia que considera injusta con la ayuda de su hermano (Zac Efron) y una mujer (Nicole Kidman) que se ha enamorado del condenado a través de correspondencia, sin llegar a verlo.
El mayor problema de The Paperboy es que quiere ser tres géneros simultáneamente, y no termina por definirse ni por encontrar su forma.
En primer lugar, The Paperboy es una comedia erótica, centrada en la relación irreal entre el joven Paperboy (Zac Efron) y la madura seductora, Nicole Kidman, en un papel que lleva al extremo un erotismo trasnochado y desmesurado, una hipérbole que sólo las artes pueden construir. Es, en este aspecto, donde Daniels logra sin duda sus mejores resultados, pues pretende imitar a las obras de sexploitation de los años 60 y 70, fundadas en una estética descuidada y centrada más en el detalle que en el conjunto.
Así, el relato erótico está construido mediante la partición de la pantalla en fragmentos, por sobreimpresiones oníricas y por una música constante que crea un tono irónico e irreal.
Aunque a veces molesta ver a Lee Daniels pretendiendo ser Quentin Tarantino sin alcanzar ese talento en su fusión de referencias.
En segundo lugar, The Paperboy es un intento de drama sureño con reivindicación racial y con una familia desestructurada con el paso del tiempo, a lo Faulkner. La crítica de The Paperboy al racismo queda confinada a un personaje secundario, la criada de la familia, que siempre tiene algunas frases oportunas para señalar la igualdad pero desaparece con prontitud del encuadre, erigiéndose casi en el estereotipo de criada negra ingeniosa.
Y, por último, The Paperboy es una película de detectives en busca del verdadero asesino del sheriff. Quiere ser el Zodiac de los pantanos de Florida, el relato de la búsqueda imposible del asesino sustituyendo San Francisco por juncos, helechos y aguas estancadas, pero entonces el guión se desvía hacia otros intereses, la estructura de búsqueda se quiebra, y a nadie le importa encontrar o no al asesino: Lee Daniels quería hablar de una realidad esquiva, imposible de conocer, como puede atisbarse en el recurso a la frondosa vegetación donde tienen lugar algunas escenas clave del filme, pero todo se hunde con las aguas de Florida.
Por todo ello, The Paperboy es una obra fallida que nos lleva a la nada absoluta en su discurso. Pero aún así, es un filme con el que se puede disfrutar.
Y en especial, se disfruta con la decadencia de los personajes y la estética, con ese aire trasnochado que era buscado por el director, pero que se sobredimensiona ante la caducidad de la realización. Y es que Lee Daniels le imprime una energía subterránea que, en algunos detalles, hacen atractivo el visionado de The Paperboy (Extracine).
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