Crimen en Familia es un filme inspirado en la desaparición de Kathleen McCormack a principios de los 80 y jamás encontrada. Éste filme es protagonizado por Ryan Gosling y Kirsten Dunst.
Gosling realiza una caracterización muy adaptada a un hombre perturbado por malos recuerdos de su infancia, proveniente de una familia totalmente disfuncional e hijo de un padre que lo quiere convertir a su imagen y semejanza; deseo y empeño que cada vez lo hacen más rebelde, busca constantemente el camino opuesto al que lo llevaría a parecerse a su padre; todos estos elementos causan su efecto en la conducta y lo convierten en un psicópata, experto en ocultar su lado oscuro en un joven sumiso.
La trama se enfoca en la relación de la pareja protagónica, mostrando la evolución de los problemas psíquicos de él y del proceso de reconocimiento, de ella para con el lado oscuro de la personalidad de él.
Es una película sumamente interesante en cuanto al concepto y trama -una desaparición o crimen perfecto- obviamente esto le da al filme un ligero suspenso. Es bueno resaltar la dirección, ya que es una cronología narrada en primera persona, llevando de manera impecable al espectador del presente al pasado y viceversa. Otro detalle a resaltar en esta reseña, es la actuación de Ryan Gosling como David Marks así como el maquillaje que lo adaptó a diferentes décadas, el último utilizado para mostrar a un Marks en los años dos mil es excelente.
BASADA EN HECHOS REALES
Crimen en Familia está “inspirada” en hechos reales, y no “basada”. Esta distinción se hace más evidente en el cambio de nombres de los protagonistas y en la multitud de hipotéticas escenas que tratan de explorar a profundidad los “hechos” que condujeron a la desaparición de una mujer en Nueva York a principios de los ochentas. Pero la cosa no terminó ahí, pues veinte años después se abrió nuevamente el caso (tal vez por razones políticas), de modo que el argumento abarca casi tres décadas de preguntas sin respuesta y enigmas sin solución, con un inescrutable “villano” al centro de una historia demasiado bizarra para ser ficticia.
La historia de Robert Durst (nombre real del sujeto que examina esta película) en un típico drama legal ubicado en la corte, donde abogados y fiscales presentan evidencias, descubren nuevas pistas, etcétera, pero el director Andrew Jarecki y sus guionistas intentaron algo mucho más ambicioso e interesante, que desafía clasificación por su mutable naturaleza e impredecible desarrollo.
Por otro lado, es muy fácil apreciar las extraordinarias actuaciones de los tres actores principales. Como puede esperarse, Ryan Gosling nos da una tremenda interpretación como el ambiguo David, doblemente admirable porque su apatía emocional externa no debe impedir que percibamos las violentas pasiones que se gestan en su interior. Honestamente me pareció un mejor trabajo de técnica actoral que las más accesibles y populares actuaciones de Geoffrey Rush y Colin Firth. El veterano Frank Langella es igualmente impresionante como el sofocante padre del protagonista, cuyo implacable pragmatismo trasciende conceptos “primitivos” de moralidad o amor paterno. Finalmente, Kirsten Dunst regresa a la pantalla con sorprendente madurez para complementar su habitual intensidad emocional.
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