Por su destacada participación actoral en casi 70 películas en los últimos 50 años y su importante labor en beneficio del cine independiente mundial a la cabeza del Sundance Institute y del festival del mismo nombre en Utah, Robert Redford (California, 1937) cuenta con un lugar bien ganado en la historia del cine, algo que nos exonera de entrar en detalles.
Basta agregar que, a sus 76 años, se trata de una personalidad que se mantiene vigente, tal como lo demuestran Causas y consecuencias.
Redford inició una carrera de realizador con Gente como uno (1980), sobrevalorada en su momento, y la ha mantenido en paralelo a su carrera de intérprete, a veces dejando transcurrir varios años entre cada título. Ninguna de sus películas es completamente satisfactoria, salvo Nada es para siempre (1992, su obra maestra), pero tienen la virtud de acoger sus inquietudes de artista comprometido con algunas buenas causas (la ecología, la lucha por las libertades) a las que sirve con historias que suscitan interés y que más de una vez (Quiz show, 1994; El hombre que hablaba a los caballos, 1998) han logrado la acogida de la crítica y el público.
Causas y consecuencias es su novena opus como director y comparte con la anterior (La conspiración, 2010) una común intención de revisar hechos del pasado histórico de EE.UU. para extraer de ellos una reflexión moral y social.
LA HISTORIA
El guión elaborado por Lem Dobbs para Redford se basa en la novela El último de los nuestros (2003) de Neil Gordon, que tiene como personaje central a Jim Grant (encarnado por Robert Redford), un abogado especializado en DD.HH. que vive en Albany (NY) con su pequeña hija y cuya existencia da un giro completo cuando el periodista de investigación Ben Sheppard (Shia LaBeouf) descubre su verdadera identidad como antiguo Weatherman en los años 70 y su condición de fugitivo buscado por una muerte cometida durante el asalto a un banco. El origen de todo se encuentra en la entrega de Sharon Solarz (Susan Sarandon), antigua militante del grupo que se ha cansado de huir. La única posibilidad de Grant es ubicar –30 años más tarde– a otros miembros del grupo que podrían aclarar lo ocurrido.
No es difícil advertir el motivo del interés de Redford director en este material, que hace referencia a un momento de los años 70 cuyo equivalente fílmico se encuentra en los valiosos thrillers políticos que realizadores como los fallecidos Sidney Pollack (Los tres días del cóndor) y Alan Pakula (Asesinos S.A., Todos los hombres del presidente) rodaron teniendo a Redford, en su fase actoral.
Ahora Redford ha comprometido a una serie de actores de su generación para encarnar a los personajes de Causas y consecuencias, los que van dejando siluetas magníficas. Ver a Nick Nolte, Julie Christie, Richard Jenkins, Brendan Gleeson o Susan Sarandon aportando sus rostros ajados y cuerpos fatigados, da lugar a momentos estupendos de los que solo cabe lamentar su brevedad.
Como suele ocurrir, cada uno de ellos expone sus razones, su posición actual, su autocrítica frente a lo que fueron y ya no son. Pero subsiste la lealtad a unas personas y a unos principios. No se trata de arrepentimientos fuera de lugar, sino de asumir responsabilidades.
Como ocurre siempre en Redford, su narrativa tiende a un clasicismo un tanto académico. Sus personajes entran y salen, con sequedad y emoción, en una suerte de gran ritual de despedida –destacan los encuentros Redford-Nolte y Redford-Christie– pero todos están memorables. Los ecos de una historia ocultada por el tiempo y el secreto vuelven a oírse, generosos.
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