Juan Carlos Valdivia tiene claro que necesita emoción en su vida, y que cada proyecto suyo debe tener ese algo que lo mueva a desvelarse, trabajar incansablemente, disfrutar y hasta sufrir en el proceso. Todo esto ha significado para el su nueva película “Yvi Maraey” (o Tierra sin Mal) que se estrenará pronto en las salas del país, y que ha sido uno de sus proyectos más ambiciosos, pensado incluso antes que “Zona Sur”, pero recién hecho realidad luego de que Valdivia lograra verse a sí mismo en “Zona Sur” para luego atreverse a mirar al otro. Sobre toda esta aventura, sobre lo que le ha dejado a él como persona y como artista, y sobre lo que tenemos que aprender a ver en este nuevo filme es que conversamos con el director boliviano a días del estreno oficial de la película.
OH!: ¿Cómo ha sido pasar de director a actor?, ¿Por qué habla de un autoconocimiento y una búsqueda del uno en el otro a través de los personajes en esta película?
Lo que yo quería hacer al poner mi presencia en la película es evidenciar que no estaba yendo a mirar a otra cultura, sino también a que ellos me vean, a mí y a los que se van a identificar conmigo; ya no es más ver una cultura como si fuera una pieza de museo o sujeto de estudio, es importante esa doble mirada, esa honestidad y capacidad de desnudarse un poco. Tiene que ver con un statement artístico, con un propósito y una visión artística más allá de querer ser actor. Técnicamente es como cualquier otra cosa, mis películas tienen desafíos técnicos y debes hacerlos.
OH!: ¿Cómo se preparó para este desafío?
Yo trabajé con Diego Aramburu sobre una performance, la película es austera en la actuación, no son emociones provocadas, es realmente de simplemente ser. Yo creo que el guión tiene su propio devenir, su cadencia, donde no requería que uno estuviese actuando. El personaje soy yo, aunque no quiera decir que sea Juan Carlos Valdivia, es un personaje que he creado para mí, puedes llamarlo alter ego o una versión o parte de mí mismo, pero es un personaje, por lo que hay todo un proceso de preparación actoral para crearlo, sin embargo no se interpreta, simplemente se hace.
OH!: ¿Ha sucedido lo mismo con Elío Ortiz?
Claro. Cuando yo encuentro a Elío las cosas comienzan a tomar forma y yo encuentro un interlocutor que tiene un nivel intelectual, una capacidad y una mirada crítica sobre su propia cultura y sobre su propio mundo que yo siento que podemos hablar de una manera más abierta sobre las cosas. Siempre que vas a otro espacio que no es el tuyo, vas con un respeto, con distancia y cierto temor, entonces toma mucho tiempo tener la confianza como para poder abordar ciertos temas. El y yo vivimos muchas experiencias en los viajes que hicimos y él también creó su personaje: es él, pero no es él.
OH!: ¿Por qué tuvo que hacer “Zona Sur” primero para poder hacer esta película?
Porque me confrontó mucho esta película, creo es una película donde he metido todo, toda mi vida, y me di cuenta que no estaba capacitado para hacerla, que no encontraba la historia, el no sé qué que debe haber siempre, no encontraba la veta, y es porque creo que yo necesitaba mirarme a mí mismo primero, necesitaba ver por lo menos mis orígenes y de dónde vengo, y es por eso que hago “Zona Sur”. Después de ella me siento más capacitado para ir con mi propia humanidad a mirar ese mundo como soy yo, no como quisiera ser o como me gustaría que me vean.
Es un viaje de autoconocimiento para mí, en este momento de mi vida yo me siento cómodo y quiero que la gente me conozca como yo soy, porque siempre hay un aura alrededor de uno, pero finalmente así nomás es.
OH!: ¿Y cómo es? ¿Qué ha logrado conocer de sí en esta película?
Muchas cosas, creo que soy una persona atrevida, que ha cruzado el puente, soy muy racional y pienso mucho, y lo que he aprendido en la película es que ese pensar, ese enmarañarse en los pensamientos, es un sentimiento, y para mí ese fue un descubrimiento maravilloso porque los pensamientos te torturan y es a partir de lo que tú piensas que generas lo que sientes.
En la película he buscado soluciones poéticas al asunto, me he dado cuenta muy prontamente que yo tenía que hacer algo diferente, que ya habían ido muchas ONGs a mirar a los indígenas, que yo tenía que hacer algo acorde a un cineasta que hace ficción.
OH!: ¿Qué gusto da trabajar con ficción?
Los que hacemos ficción fabulamos con la realidad, hay quienes se inventan mundos utópicos, pero a mí me gusta trabajar con la realidad y siempre lo he hecho, la clase media alta cruceña en “Jonás y la ballena rosada”, el drama del que está buscando el sueño americano en “American Visa”, en fin... Soy un director que me gustan mucho los personajes, creo que he creado personajes memorables en mis películas, creo que Elío es un personaje memorable y que está fabuloso en esta película. Creo que es un gran descubrimiento para Bolivia una persona como él, y soy consciente de que he hecho una película para los bolivianos.
OH!: ¿Por qué para los bolivianos?
Creo que esta película donde mejor se va a entender es acá, eso espero, y para mí es muy importante que así sea porque ¿Qué sentido tiene hacer cine para que te pille en un Festival? Yo nunca he ganado plata con mis películas, es más, sigo pagando deudas, entonces ¿Para qué haces cine? ¿Para ver si te nominan a un Oscar? Tu película tiene que crecer a partir de aquí, que es lo que ha pasado con “Zona Sur”, “American Visa”, y las otras películas, porque además cuando sales de Bolivia eres un boliviano, con todo un rótulo, y mis películas despistan, nadie entiende cómo es que sale una película así de Bolivia, entonces ¿Para qué pierdo el tiempo?, a mí me interesa lo que pasa en este país, estoy comprometido, vivo acá, he puesto mi todo acá...
OH!: A propósito, ¿Por qué regresó de México?
Porque cuando te acomodas y te aburguesas, es el fin de todo. Lo peor para un creador es estar demasiado cómodo, además creo que acá hay un país que está a la espera de ser recreado por nosotros, creo que hay más que hacer y me siento más útil, puedo hablar de cosas que en otros países no puedo hablar como cosas políticas, cosas que solamente se entienden acá. Si uno viaja a otro país no puede opinar mucho, si entiendes demasiado de algo te hacen callar porque a nadie le gusta que venga un extranjero a restregar cosas, y como mis últimas dos películas son un poco contestatarias y ponen el dedo en la llaga, creo que en todo caso estamos mejor trabajando a partir de aquí.
OH!: ¿En qué llaga pone el dedo esta película?
Yo creo que este país se ha roto, que el pacto social se ha roto y muchos no lo quieren ver, y los bolivianos estamos en proceso de rearmarlo. Lo estamos reestructurando, pero hay cosas que están rotas para bien o para mal, y creo que para eso es este proceso en el que estamos los bolivianos, y hay una gran metáfora en la película al respecto. Hay una conciencia, una intención de hablar con los bolivianos de cosas que nos están pasando a todos.
OH!: ¿Hay un antes y un después para Juan Carlos Valdivia después de esta película?
Definitivamente. Esta película me ha cambiado la vida, el que yo haya sido uno de los personajes en la película, ha hecho que la dirija desde la tripa; parece ser que es tan racional que me ha obligado a trabajar de otra manera: mi vida ha sido tomada, prácticamente me cuesta mucho hacer otra cosa hasta que quiero terminar el ciclo porque agota. He estado con esto mucho tiempo y ha sido muy intenso, viajes, pasan muchas cosas, tienes muchos problemas, momentos sublimes, decepciones, que te forjan un carácter como persona y como director.
OH!: ¿Cuál la diferencia entre uno y el otro?
¿Qué es un director? Es alguien que te está manejando una cuestión de lenguaje técnico. Acá también hay un actor. Para mí también era muy importante el tema que es el mundo guaraní. Los ayoreos un poco menos. Pero era muy importante que no haya una narrativa omnipresente que diga que existe la verdad definitiva de esa gente, es lo que he vivido, lo que he sentido.
OH!: En su experiencia, ¿Existe la verdad definitiva?
No lo sé, esas son las pruebas que tienen las películas. En “Zona Sur” pensé que estaba haciendo una película para los paceños, pero resulta que la gente en Santa Cruz se sentía identificada, y así en toda Bolivia, y luego en Japón, en Europa... No sé, no sé porque la película habla también de la necesidad del otro para conocerte. Es el tema central.
"Me siento más capacitado para ir con mi propia humanidad a mirar ese mundo como soy yo, no como quisiera ser o como me gustaría que me vean"
PERFIL
El Director
Boliviano nacionalizado mexicano. Estudió cine en Columbia College, Chicago, donde realizó varios cortometrajes. Su opera prima, Jonás y la ballena rosada (1996), fue la primera coproducción boliviano mexicana. El guión de Valdivia fue ganador de un premio de $100,000 USD de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano. Ganó el premio Opera Prima en el Festival de Cine de Cartagena (Colombia) y Mejor Fotografía en Festival de Cine de La Habana (Cuba). Ha escrito más de seis guiones para largometraje y en el 2000 dirigió el largometraje mexicano El último evangelio.
En 2005 dirigió American Visa, su tercera película, que cuenta con las actuaciones de Demián Bichir y Kate del Castillo. Tuvo un estreno masivo en México. Ganó el premio al Mejor Guión de la Academia Mexicana, estuvo entre los finalistas al Premio Goya, ganó 5 premios en el Festival de Cine de Huelva y fue pre seleccionada para el Premio Oscar.
En 2009 filma Zona Sur, una película intimista que tiene un éxito sin precedentes en festivales y circuitos de exhibición comerciales en más de 20 países. Ganó premios de guión y dirección en el Festival de Sundance, cuatro premios en los festivales de cine de Guadalajara, Huelva y Lima. La película fue exhibida en más de 70 festivales de cine, entre ellos los de Berlín, Londres y Tokio.
En 2012 concluye Yvy Maraey – Tierra sin mal, que se estrena en Bolivia en octubre de 2013.
Juan Carlos ha recibido apoyos de Nacional Endowement for the Arts, Illinois Arts Council, Hubert Baals Fund, Instituto Mexicano de Cinematografía, Fundación Toscano, Instituto Sundance, Sorfond de Noruega, Consejo Nacional de Cine de Bolivia y Fondo Ibermedia.
Ha dirigido más de 200 horas de televisión para el grupo Argos y TV Azteca, además de cine publicitario y video clips en varias productoras importantes mexicanas, incluyendo “Ángel de Amor” del grupo Maná.
En Bolivia trabaja desde su productora, Cinenómada, donde ha realizado importantes campañas para Entel, Paceña y Viva por mencionar sólo algunas empresas. También produjo la película Los Viejos, del director cochabambino Martín Boulocq.
Junto con Joaquín Sánchez, su socio en Cinenómada, es socio de la Fundación Cinenómada para la Artes, plataforma para la creación artística continua, la reflexión y pensamiento sobre el mundo que nos rodea y la difusión de contenidos de altísima calidad en Bolivia y la región. (Cinenómada)
“Yvi Maraey” (Tierra sin Mal)
Andrés quiere hacer una película sobre el mundo guaraní. Tiene un fragmento de película de 1910 del explorador sueco Erland Nordenskiöld: guaraníes salvajes, con plumas y taparrabos, viviendo en un paraíso primitivo. Andrés quiere encontrar el lugar donde se filmó.
Yari es un indígena guaraní que es contactado por Andrés para pedirle ayuda y asesoramiento en este viaje. Yari visita a Andrés y deciden viajar juntos para investigar y encontrar el lugar donde se filmó la película de Erland Nordenskiöld, el explorador sueco.
Yari es un personaje encantador, astuto, y respetado por todos. Viajan en la 4x4 de Andrés, discutiendo sobre sus diferentes mundos y forjando una amistad a medida que visitan distintos lugares. Bajando de los fríos Andes al caluroso bosque seco del Chaco, el coche de Andrés sirve de transporte público: Yari invita a todos a subirse. En un pueblo donde el tiempo se quedó atrapado, Andrés ve como los indios se agarran a golpes con sus patrones porque no los dejan participar de la fiesta. En Tentayapi, los guaraníes viven en aislamiento por decisión propia, manteniendo los usos y costumbres de hace cien años. Yari se molesta porque se da cuenta que Andrés habla fluido el guaraní y, por lo tanto, entiende lo que dicen y lo que Yari ha dicho de él, creyendo que Andrés no entendía su idioma.
De nuevo en el camino, Andrés se rehúsa a seguir llevando carga y Yari se baja y lo deja. En el campo de batalla de Kuruyuki, Andrés se encuentra con unos jóvenes cineastas indígenas que le proyectan sobre la pared de la iglesia fragmentos de una película sobre la masacre de 1892. Andrés siente cada vez más que su película es imposible de filmar. Andrés se reencuentra con Yari en el siguiente pueblo y continúan camino. Pero en el trayecto, Andrés se enferma. Yari lo lleva con el chamán, que se rehúsa a curarlo por ser blanco. Yari termina haciendo de chaman para curar a su amigo. Al día siguiente, Yari lleva a Andrés al bosque para ponerlo a prueba. Estamos en lo profundo del mundo guaraní: dunas de arena, pantanos, bosques impenetrables.
Acá, Andrés aprende a ver con los oídos. Además, se encuentran a un grupo de ayoreos. Son lo más cercano a la imagen de la película antigua. Andrés, despojado de todo, solo él con la naturaleza, encuentra lo que vino a buscar. Es como un ritual, una muerte simbólica.
Confrontado por las experiencias del viaje, las contradicciones humanas, las falsas expectativas y las miradas adversas, Andrés ha sentido la discriminación reversa por ser blanco. Sin embargo, ha tenido momentos de amistad y entendimiento profundos. Para esto, ya sabe que la película es una utopía. Lo interesante es lo que les ha ocurrido durante el viaje donde se han prestado los ojos. (Cinenómada)
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