En una larga noche londinense de hace cuatro años, Alfonso Cuarón y su hijo, Jonás, comenzaron a dibujar en sus mentes una historia sobre astronautas, transbordadores, estrellas y gravedad a 600 kilómetros sobre nuestras cabezas. Lo que comenzó siendo un sueño imposible, el delirio de un padre y un hijo en una noche aburrida de invierno, se ha acabado convirtiendo en un fenómeno cinematográfico que amenaza con marcar un antes y un después en el arte de plasmar historias sobre celulosa.
“Gravity” es una película diferente a todo lo que hemos visto ahora. Nace de una premisa sencilla: dos personajes y un único escenario, el espacio. Pero a partir de ahí, comienza la revolución. De la misma manera que los espectadores que asistieron a la primera proyección de los hermanos Lumiére en 1895 sentían que el tren que veían proyectado en la pantalla iba a arrollarlos, el filme de Cuarón fuerza al espectador a tambalearse sobre la delgada línea que separa lo real de la fantasía, una experiencia sensorial hasta ahora desconocida. En “Gravity” ya no existe el pasado, solo el futuro.
La tecnología y las imágenes. Jamás el espacio ha sido fotografiado con la profundidad e inmensidad que disfrutamos en esta película; planos secuencia que desbordan la abstracta poesía de un lugar desconocido para la inmensa mayoría de seres humanos que, de repente, se muestra tan cercano como imponente. La magia del 3D, una tecnología que al fin encuentra su utilidad para redimensionar el poder visual del cine, refuerza la sensación de encontrarnos en el vacío más absoluto, abandonados a nuestra suerte, mientras bajo nosotros la Tierra sigue girando impertérrita alrededor del Sol.
Conseguir este logro técnico fue mucho más complicado de lo que Cuarón y su hijo imaginaron cuatro años en aquella casa de Londres. “Escribir la historia fue algo muy divertido, pensando en los personajes flotando sobre el espacio. Pero fue una pesadilla llevar ese cuento a la pantalla”, relataba Jonás a los medios de comunicación el pasado miércoles 2 de octubre en la premiére de la película en Nueva York. “Nos dimos cuenta de que no existía la tecnología para hacer la película y tuvimos que crear la nuestra propia”.
Culto a la ciencia ficción. Al margen de su maravilla técnica, “Gravity” ahonda también en las emociones más profundas del hombre. Pese a que la doctora Ryan Stone (Sandra Bullock) es un mísero punto dentro de la inmensidad del universo, la película es capaz de revelar la complejidad humana en una armonía perfecta entre el derroche visual y su trasfondo conceptual. Sentimientos como la pérdida, la soledad o el miedo se conjugan para mostrar la vulnerabilidad del ser humano, y a la vez su fortaleza para superar las adversidades de la vida. “La película es sobre una mujer. Olvídense del espacio. Es una mujer a la deriva en el vacío, víctima de su propia inercia”, resume Cuarón. “Gravity” es, por tanto, una película profundamente humana pero hecha con el material con el que se crean los sueños. Un viaje apabullante que flota sobre el infinito como la mayoría de nuestros satélites.
La obra debutó en Venecia
Se estrenó en el afamado festival de cine. Respecto al vestuario george clooney comentó que "el traje espacial era muy incómodo"
No hay comentarios:
Publicar un comentario