La cámara está ahí. Siempre está ahí, pero nadie la nota. Esa es la idea principal. Entonces, los protagonistas de las historias hablan de sus vidas, sus pequeñas vidas. Una mujer contará del esposo que se fue a buscar mejor vida a Estados Unidos; un obrero explicará por qué tuvo que pegarle una noche a su mujer y dejarle el ojo morado; un anciano recordará a un tal Juan Rulfo como un mentiroso: “Te decía que veas una película porque estaba muy buena, aunque esto no era cierto”.
Estos son los personajes que pueblan los documentales del director mexicano Juan Carlos Rulfo, que, silenciosamente, se ha ganado un lugar en la cinematografía latinoamericana.
En busca de las raíces
Rulfo comenzó su carrera indagando las raíces familiares. En El abuelo Cheno y otras historias, un corto-documental de 1995, iba en busca de ese abuelo al que poca gente conocía.
En 1999, con Del olvido al no me acuerdo, su primer largometraje, hacía lo mismo, esta vez rastreaba los pasos de su padre, el histórico Juan Rulfo en Llano Grande, su pueblo natal. “Comencé haciendo algo que tenía que ver con mi familia, con mi abuelo, luego seguí con mi padre, pues era un formato muy natural conocer a la gente que estaba cerca de la familia”, dijo Rulfo desde el Festival de Cine de Lima cuando se dio esta entrevista. “Yo tenía muchas ganas de escucharlos, de oír lo que decían”, agregó el cineasta.
Rulfo explicó que en esos dos primeros trabajos aprendió mucho acerca de la vida, aprendió a querer a sus personajes y se interesó más por el género documental, algo que no existía mucho en México en los comienzos del nuevo siglo.
La magia del cine
Los trabajos de Rulfo se apartan de los cánones del cine latinoamericano, no buscan la denuncia directa. Por ejemplo, aborda la inmigracón ilegal en Los que se quedan, pero no explícitamente, hay algo más ahí.
“Hay temas muy trillados. Acá, en el Festival de Perú, hemos visto la clásica película de denuncia sobre derechos humanos, los indígenas aplastados, robados o las masacres del siglo XIX o de Sendero Luminoso y, en fin, los temas que todos sabemos que pasan en Latinoamérica, en Bolivia”, contó el director.
No se trata de sentir compasión por las personas, dijo Rulfo, sino de que se comuniquen entre ellos, porque eso de lo que hablan, agrega el mexicano de 49 años, también nos compete. “Porque tú también te enamoras, a ti también te duele, porque los niños también ríen, también lloran”, argumentó y sentenció: “Hay una vida cotidiana que no hemos aprendido a transmitir”.
Cine de las pequeñas cosas
La vida cotidiana, expresó Rulfo, se construye de pequeñas cosas muy especiales y aparentemente sin importancia, y cuando se ven, la magia se percibe. “Y esa magia sí ayuda al cine a contar, alguien lo nota y dice: ‘Por fin hubo quien supo traducirlo en imágenes”.
El director cree que estas historias solo podía encontrarlas con la gente que protagonizó sus primeras películas, los campesinos de Del olvido al no me acuerdo y de Los que se quedan, o con los obreros de En el hoyo, a quienes siente más cercanía.
“Empecé viendo a los trabajadores en la hacienda de mi abuelo y encontré gente fantástica, personajes puros, ‘netos’”, comentó Rulfo. “Me gusta más el trabajo con los campesinos porque abren la puerta de su casa, porque permiten verlos y puedes entrar más cómodamente”.
Golpes de la realidad
Juan Carlos Rulfo por el momento se siente cómodo con el documental, no se ha planteado seriamente hacer cine de ficción. Es más, mencionó que le da cierto temor, ya que nunca lo ha hecho; “pero también siempre pensé que no soy bueno para inventar historias”, aclaró. “Buscar personajes en las calles o en los lugares que me interesan es muy bonito, es un viaje increíble. Es gente verdadera, real”.
Después, Rulfo contó de una película que vio en Perú, se llama La jaula de oro, de su compatriota Diego Quemada-Díez. Explicó que Quemada-Díez trabajó 10 años en ese filme, el cual es una ficción con personajes que no son actores y están insertados en la realidad. Rulfo expresó que lo único que hace el director ahí es filmar su ficción dentro de la realidad, y que habría que intentar más trabajos de ficción sin prefabricar demasiado esa realidad, porque ya es lo suficientemente dramática y poderosa como para reconstruirla.
En relación con eso, recordó las veces que le preguntaron si él les había dicho a los protagonistas de sus películas lo que tenían que decir. “¿Eso quiere decir que no creen en la realidad como para que de ella salgan estas cosas? Eso es triste”.
Música y literatura
La música y la literatura forman parte esencial en los documentales de Rulfo. Respecto a la primera, enfatiza en lo mucho que le gustan los sonidos que producen los animales, las personas y los objetos que habitan el mundo.
En el premiado documental En el hoyo, la utilización de esos sonidos alcanza su máximo nivel. Allí, los ruidos de las amoladoras, de los martillazos y de los vehículos que todos los días pasan por el puente en construcción en la avenida se combinan con piezas electrónicas y música popular, formando así un lenguaje único y preciso.
Rulfo dijo que todas sus obras parten de la literatura. “Busco sobre el tema que quiero tratar, dependiendo de la película y siempre tras un pretexto para construir una sinopsis como si fuera un cable guía, un cable de vida alrededor del proyecto”.
Su padre como referencia
El cineasta comentó que busca coincidencias de lo que escucha en la realidad con esa literatura. “Leo a mi padre y pienso que sus cuentos no terminaron de escribirse. Voy escuchando en la gente esas historias y, seguramente, mi padre simplemente los veía y los escuchaba en momentos importantes de su vida. Son historias que marcan. Y cuando estoy sensible a lo que mi padre contaba, de alguna manera siento que hay literatura en el aire”.
El Rulfo escritor fue un gran maestro, afirmó el Rulfo cineasta, que más de una vez ha intentado desmitificar la imagen taciturna y oscura que se le quiere imponer al autor de Pedro Páramo. “Es como un mito que les gusta construir alrededor de algo que no se deja tocar, que no se deja ver, que no se deja entrevistar”, intenta aclarar. “Quizás sí era un poco taciturno, pero también tenía humor. Imagínense, el personaje es mucho más complejo que eso”.
Rulfo dijo que en 2017 su padre cumpliría 100 años y planea producir algo para esa fecha. “Es un audiovisual juguetón. Se me antoja hacerlo como homenaje”. En su próximo proyecto, concluyó, seguirá buscando en las pequeñas cosas
Premiado en Sundance
Juan Carlos Rulfo Aparicio
Cineasta
Otra forma de ver las cosas
Nació en la Ciudad de México, el 24 de enero de 1964. Es hijo del histórico escritor Juan Rulfo y de Clara Aparicio. Tiene tres hermanos. Realizó ocho documentales: El abuelo Cheno y otras historias (1995), Del olvido al no me acuerdo (1999), El crucero (2006), En el hoyo (2006, premio en Sundance), Los que se quedan (2008), Será por eso (2010), Madero muerto, memoria viva (2010), De panzazo (2011) y Carriere 250 metros (2011).
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