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domingo, 1 de mayo de 2011

“Vea 33”, una tragedia hecha emoción

El poder de las fotografías tomadas por esta paraguaya, revelan más allá del drama de los 33 mineros atrapados. Escurra fue la única mujer periodista que cubrió el hecho.

Marta Escurra ejerce el periodismo desde hace 16 años. Se inició en el Diario ABC Color, de Asunción, Paraguay, donde actualmente se desempeña como editora de la Revista Dominical. Asimismo trabaja como corresponsal en Paraguay de la Agencia Global de Noticias infosurhoy.com editada en Washington DC, y es catedrática de periodismo en la Universidad del Norte de la capital paraguaya.

Ha sido reconocida con el premio Josefina Pla a la trayectoria periodística en su país. Asimismo fue becaria de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, de la Fundación Ealy, del Instituto de las Américas y de la Universidad de Kalmar y de FOJO en Suecia. Es coautora de los libros: “Los dilemas de Lugo” (Asunción, 2008) y de la “Antología Latinoamericana de Periodismo” (Estocolomo, 2008).

“Vea 33” es el nombre de su primera exposición fotográfica que fue inaugurada el 26 de abril en la galería de arte de la Universidad del Norte de Asunción. Las gráficas fueron captadas durante la cobertura del rescate de los 33 mineros que tuvo lugar en el desierto de Atacama (Chile), en octubre del año pasado. Escurra fue la única mujer periodista paraguaya entre los 2000 trabajadores de la prensa internacional que cubrieron el hecho.

¡OH!: ¿Qué sentía con cada click de su cámara?

Yendo a un plano un poco más subjetivo, la verdad pensaba en Robert Capa, buscando estar lo más cerca posible de una escena y en Henry Cartier Bresson, tratando de no perderme ese instante decisivo, único e irrepetible, lo cual a su vez me provocaba una tremenda emoción porque para ser sincera, en estos 16 años de experiencia periodística, puedo decirte que esta asignación se convirtió en la cobertura de mi vida.


¡OH!: ¿Qué emociones le transmitían los fotografiados?

Siempre nos enseñan en las escuelas y universidades de periodismo que la objetividad debe primar ante todo. Pero la objetividad existe sólo como un ideal, es cierto que debemos tomar distancia de las situaciones que estamos cubriendo tratar de ser digamos... objetibles. Así que en esa búsqueda la cámara se convertía en una especie de escudo. Sin embargo, al final del día cuando bajabas la cámara, soltabas la grabadora, los lápices y la libreta, te dabas cuenta que no puedes estar ajena a ese cúmulo de emotividad que transmitían esas esposas, esos niños, esos padres y hermanos de los mineros. Sentirte parte de eso era algo que realmente te atropellaba la capacidad de escepticismo.

¡OH!: Sus fotos muestran más el lado humano que la tragedia de los mineros en sí, ¿cómo se vivían esos momentos en las calles del pueblo?

Es cierto, mis fotos no muestran a los mineros en sí. Ya el mundo los vio suficientemente y ellos estuvieron sobreexpuestos mediáticamente hasta el hartazgo si es que se permite el término. Yo busqué darle una mirada diferente, una mirada común, lo que no se vio en la televisión, lo que no era show. En las calles del pueblo en esos últimos días se veía una efervescencia digna de las finales de un partido de fútbol. En el Campamento Esperanza, que quedaba un poco más de 70 kilómetros del pueblo, el escenario era otro. Había una tensa calma en la que se sentía entre esperanza e incertidumbre.

¡OH!: ¿Qué fue lo que más la impresionó de este suceso?

Bueno, la verdad es difícil quedarse con lo que más a una le impresionó porque ahí todo era lo más... sin embargo, fue increíble como en un solo lugar, en el medio del desierto, todas las fuerzas, llámense religión, política, ciencia, tecnología, rescatismo, logística y comunicación trabajaban enfocados en un solo objetivo: El rescate con vida de los 33 mineros, entre ellos Carlos Mamani, el minero boliviano. Y lo más impresionante es que finalmente obtuvieron el éxito y de una manera bastante organizada.

¡OH!: ¿Hay alguna escena que se le haya quedado en el alma?

Definitivamente, el rostro del minero Alfonso Avalos, padre de Florencio (el primer minero en emerger a la superficie) y Renán Avalos, dos de los 33 atrapados. Tengo entendido que los mineros tienen un carácter estoico, como imperturbable, y así se mostraba este señor Alfonso. Sin embargo, cuando vio a Florencio en la pantalla, rescatado y con vida, yo me acerqué a tomarle sus declaraciones y una fotografía. Él estaba sin habla, entre la risa y el llanto y, cuando le iba a tomar la foto, don Avalos me hizo caritas y gestos como cuando juegan los niños. Verlo así, en esas poses cuando hasta el momento él se había mantenido imperturbable, realmente me quedó en el alma.

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