El diseño del ´Capitán Calzoncillos´, personaje creado por Dav Pilkey en 1997, se fundamentaba en la seña de identidad más estéticamente llamativa de los superhéroes canónicos, figura que por entonces aún no se había convertido en la principal guía de la maquinaria hollywoodiense: la costumbre, inaugurada por Superman, de llevar los calzoncillos por fuera.
Tan llamativo hábito servía para reducir estos personajes a sus más ridículas esencias, describiendo incluso el planeta de origen del Capitán como un alegre paraje de ecos kryptonianos donde la gente volaba e iba en paños menores con vistas a redondear la evidentísima, pero eficaz, parodia.
Afortunadamente, a la película de David Soren le interesa menos la condición satírica del personaje -la cual poco o nada habría de aportar a un panorama saturado no sólo por los superhéroes de marras, sino también por sus más o menos venenosas deconstrucciones; del corrosivo ´Super´ de James Gunn (2010) a la sensacional Los increíbles de Pixar (2004), pasando por Deadpool (2016) o Kick Ass (2010), entre muchos otros ejemplos- que los ficticios orígenes del mismo.
La saga desarrollada por Dav Pilkey -encargado también de sus memorables ilustraciones, cuyo traslado a la pantalla grande no ha podido ser más fiel-, y extendida hasta los doce volúmenes, está en realidad conducida por dos traviesos niños que se dedican a escribir y dibujar las historietas protagonizadas por el Capitán Calzoncillos, saltando éste de las viñetas a la vida real cuando logran hipnotizar al estricto director de su escuela para que se convierta en él.
O, al menos, se crea que es él, colocándose una cortina cual capa y despojándose de sus ropas en afán quijotesco para lanzarse a combatir el crimen sin superpoder alguno.
La locura inducida de este personaje -apellidado Carrasquilla en la deliciosa traducción al castellano de los libros, conservada íntegra para el film- podría haber desembocado en la enésima reflexión sobre los tropos superheroicos y su estrepitoso contraste con la realidad del día a día; en lugar de eso, el guión firmado por Nicholas Stoller se decanta por una encendida reivindicación del ingrediente "caca, pedo, pis" que apuntala las ambiciones artísticas de Jorge Betanzos y Berto Henares.
Un sentido del humor simple, ingenuo, levemente escatológico, que sólo consigue ir un poco más allá de la creación del Capitán Calzoncillos para bautizar a su némesis como el Profesor Pipicaca, y montarlo en un retrete-robot-gigante. Ése es el nivel.
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