Francia, (Agencias).- Han pasado 20 años desde que un tipo hiperactivo con apellido italiano cambiara la historia del cine. Una simple y contundente ‘peineta’ y ya nada volvería a ser igual. Subía a recoger la Palma de Oro y ante el primer amago de abucheo, su dedo anular (¿o era el corazón?) se alzó (o, dada la impresión causada, se ‘alzuvo’). Poco después, ‘Pulp fiction’ (era ella) cuadraba un círculo: nunca antes una producción independiente había arrasado en taquilla. Con su relato fracturado, sus diálogos explosivos y su celebración desinhibida de la cultura pop, se convirtió en la primera cinta producida lejos de los grandes estudios que sobrepasaba la barrera de los 100 millones de recaudación.
“Hago el cine que me gusta. Lo hago exclusivamente para mí. Estoy convencido de que si viera por primera vez ‘Pulp fiction’ me encantaría. No entiendo a los directores que dicen que no pueden o no quieren vovler a ver lo que han hecho. Yo lo hago constantemente. Y me gusto. Es más, la versión de mis películas que me gusta es la que se ha estrenado. Jamás haré una versión del director”, soltó a bocajarro en una rueda de prensa que más parecía una convención de ‘fans’ del director de Knoxville. Quentin Tarantino, de él hablamos.
Y hasta ahora. Quentin Tarantino desembarcó en Cannes con la intención declarada de celebrarse a sí mismo. De eso, de presentar la restauración de ‘Por un puñado de dólares’, de Sergio Leone, y, ya puestos, de recordarnos que ‘Pulp fiction’ sigue ahí. Tan intacta como la propia pasión de su director por el celuloide. Y no es metonímia. Tarantino ama, por encima incluso del cine, el material analógicamente perfecto del celuloide. “El digital está acabando con el cine; es su muerte. Está bien para empezar. Un móvil, una cámara digital... que más da. Pero no entiendo por qué mierda un director establecido se empeña en usarlo”, dice y lo dice dos veces más rápido que respira.
“ES COMO VER LA TELE EN GRUPO”
¿Qué le parece que todas las proyecciones de Cannes sean digitales? “Mal. Eso es la prueba de que la guerra está perdida. Pero no tiene sentido: es como ver la tele en grupo. No lo entiendo. Sinceramente, creo que no hay esperanza para esta generación, pero quizá la próxima exija verdadero cine. Quizá sean más inteligentes”. Queda claro.
Cuenta Tarantino que el movimiento perpetuo existe. En realidad no lo cuenta, lo ejemplifica al avanzar alguno de sus proyectos futuros. En concreto, un guión que podría convertir en película, libro u obra de teatro. “O todo a la vez”, añade. Eso y una teleserie que montaría a partir de lo rodado y no editado de ‘Django desencadenado’. “Tengo como 90 minutos que no se han visto y mi idea es hacer una edición de cuatro horas, pero no como una película, sino en capítulos de una hora”, dice Tarantino, se toma un segundo y sigue: “Es curioso que el público sea reacio a ver una cinta de cuatro horas y que consuman cuatro capítulos de una hora sin pestañear”. Y ríe. Y con él toda la sala.
¿Qué cine le parece más interesante del que se hace ahora? Hay preguntas que, según a quién se formulen, suenan a provocación. Esta es una. “Un grupo de amigos jugamos a hacer listas de los directores más apasionantes, aquellos que aún no han hecho su mejor película. En todas están siempre los nombres de David Fincher y Ricard Linklater... Personalmente, no entiendo que no esté también el de Almodóvar”. Cerrada ovación.
Última pregunta. ¿Y qué supuso para usted la Palma de Oro? “Sólo diré una cosa: lo único más prestigioso que la lista de directores que la han ganado es la lista de los que no la han ganado”. Otra ‘peineta’. Tarantino perfectamente igual a sí mismo.
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