En pleno 2016 sería difícil encontrar a alguien que no conozca a Dwayne "La Roca" Johnson. La fama que ha tomado le significa ser una apuesta segura en el Hollywood actual y los ejecutivos no dudan un instante al momento de colocarlo en el filme que sea o de estructurar cintas pensadas para él.
Bajo ese entendido, Un espía y medio es una película que no podría desarrollarse sin Johnson como protagonista.
Bob (Johnson) se convirtió en un letal agente de la CIA después de reponerse de años de bullying en la preparatoria por su sobrepeso. Después de años sin verlo contacta a Calvin (Kevin Hart), quien ahora lleva una vida monótona y simple como contador, cuando antes solía ser el chico más popular del colegio.
Para cuando Calvin descubre que Bob es un buscado asesino a sueldo, es demasiado tarde para desentenderse del embrollo en el que se ha metido y no tiene de otra más que confiar en su viejo amigo y ayudarlo en laboriosas maniobras para salvar el día.
Las aportaciones de Un espía y medio a la comedia son nulas, pero debe reconocerse que cumple con el simple objetivo de entretener, y bien, al cerebro apagado. Aquí hay clichés, estereotipos y una historia predecible, reciclada y, de alguna forma, exitosa para el disfrute de la audiencia.
Por otro lado hay una serie de referencias a la cultura de los dos miles que podría considerarse el único factor sorpresivo de la película, pues se dan de forma instantánea y acordes a las situaciones respectivas.
Desde luego Johnson no es el mejor actor del universo, lo sabe y este filme le sirve además para entregar una Roca menos exagerada en comparación con otros de sus papeles. Por su parte Hart, como es usual, es gracioso por méritos propios y logra mantener una química con Johnson que hace de esta una cinta amena.
Un espía y medio es otra comedia hollywoodense que jamás revolucionará el género, pero por lo menos es capaz de arrancarle carcajadas a los espectadores.
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