Al igual que las películas de James Bond, la saga Bourne protagonizada por Matt Damon también recurre a fórmulas en todas sus entregas. Eso no es malo, en teoría, pues quizás es la razón de su éxito: las cuatro películas de la franquicia Jason Bourne han recaudado 1.221 millones de dólares a nivel mundial.
Y Jason Bourne, la nueva película de la saga -que se estrenó este viernes, 29 de julio, en Estados Unidos- satisface las expectativas de los fanáticos, pues reproduce todos los elementos que identifican a la franquicia: una trama que tiene lugar en muchas ciudades (Atenas, Reikiavik, Berlín y Las Vegas), escenas de acción filmadas con cámara en mano y cortes rápidos y frenéticos, una persecución en autos que da vértigo, peleas al estilo krav maga y la CIA nuevamente siguiendo tras la pista de Jason Bourne (Matt Damon).
Pero lo que resultaba fresco y original en la saga Bourne, con sus combates que lucían brutales y nada coreografiados y una cámara que ponía al espectador en el medio de la acción, resulta predecible y monótono en Jason Bourne.
Quizás obedece a lo artificioso de la trama de la película. Parte de la motivación del protagonista a lo largo de la saga era recuperar su identidad y recordar su pasado, lo que ya logró en The Bourne Ultimatum (2007).
Así que en Jason Bourne, los guionistas Paul Greengrass y Christopher Rouse introducen una nueva conspiración que involucró al padre de Bourne, el también agente Richard Webb (Gregg Henry), por lo que el protagonista se ve forzado a salir de su retiro y volver a caer en la mira de la CIA.
Como novedad, la película introduce el tema de la guerra cibernética y la invasión de la privacidad por parte de la CIA. Así aparecen dos personajes relevantes en la historia: el de la agente Heather Lee (interpretado por la ganadora del Óscar, Alicia Vikander), experta en ataques cibernéticos de la CIA, y el millonario Aaron Kalloor (Riz Ahmed, quien aparecerá en Rogue One: A Star Wars Story y protagoniza la serie The Night Of), fundador de una empresa de tecnología en Silicon Valley.
La CIA cree que Bourne está detrás de un hackeo de datos de la CIA, que puede desenmascarar un proyecto secreto que tiene que ver con espionaje cibernético. Así que Bourne se convierte nuevamente en un objetivo a eliminar.
Resulta digno de admirar el regreso de Matt Damon y del director Paul Greengrass a la saga, pues ambos no participaron en la anterior entrega, The Bourne Legacy (2012), un intento por relanzar la franquicia sin su estrella original.
Pero quienes esperaban que el retorno de Damon y Greengrass introdujera ideas novedosas para presentar las escenas de acción - como la espectacular huida y combates en Tánger en The Bourne Ultimatum (2007) o la persecución vehicular en Moscú en The Bourne Supremacy (2004) - se llevarán una decepción en Jason Bourne.
Las escenas de acción, si bien están producidas con admirable realismo -como la de la protesta en Atenas-, adolecen del sentido del espacio. Son cortes rápidos, hechos con cámara en mano, pero el espectador carece de una guía que le permita entender qué ocurre y cuáles son los riesgos en juego. La presentación del tema tecnológico es digna de risa, pues recurre a clichés que quizás pasarían en una película de James Bond pero no en una saga que ha hecho del realismo y crudeza su marca de fábrica
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