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lunes, 15 de agosto de 2011
Planeta de los simios
Seres humanos esclavizados en un planeta desconocido, sin el don del habla y reducidos a un estado salvaje. Una especie que evolucionó y otra que se estancó en su animalidad. Una raza llamada simius sapiens cuyo cerebro se desarrolló, complicó y organizó, gracias al lenguaje y sus cuatro manos hábiles, mientras la del homo sapiens no sufrió transformación alguna en siglos. Un mundo al revés, dominado por chimpancés, gorilas y orangutanes.
Ésa es la sociedad distópica imaginada por el francés Pierre Boulle en su novela El planeta de los simios, publicada en 1963 y todo un clásico de la literatura y el cine. Obra que inspiró a siete películas desde 1968; la última se estrena en septiembre en Bolivia y ha seducido a la crítica por su protagonista mitad humano y mitad computadora; más aún, ha reabierto el debate sobre hasta dónde se debe experimentar con animales, para evitar que la pesadilla de Boulle sea realidad.
De Cornelio a César
En la novela, Jinn y Phyllis, ricos ociosos que disfrutan su luna de miel a bordo de una esfera que pasea por el espacio, en la era de los viajes interplanetarios, hallan en su periplo una botella que tiene en el interior una historia escrita en papel, la del periodista Ulises Mérou, el profesor Antelle y su discípulo Arthur Levain. Es del año 2500 y relata las penurias que éstos pasaron en la estrella Betelgeuse, en el planeta Soror, habitado por una civilización de simios que usa a los hombres como bestias.
Boulle nació en Avignon un 20 de febrero de 1912; comenzó con la idea de ser ingeniero eléctrico y terminó seducido por la corriente literaria asiática, que lo enroló con la ciencia ficción. Él ideó ese punto del universo a 300 años luz de la Tierra, donde los chimpancés son genios científicos, los gorilas son despiadados militares, los orangutanes son faros religiosos y políticos, y los seres humanos son el último peldaño de la escalera evolutiva. Una trama que llevó al extremo la teoría de Charles Darwin.
A cinco años de su venta en las librerías, El planeta de los simios llegó a la pantalla grande de la cámara del director Franklin Schaffner y con el actor Charlton Heston. Así, el mundo conoció a los célebres chimpancés Cornelio y Zira, o al orangután Doctor Zaius. Pero, la cinta se ambientó en el año 3978 y tuvo como personaje principal al coronel George Taylor, quien realiza un aterrizaje forzoso con su nave espacial, en un mundo donde los seres inteligentes son los primates, y además hablan inglés.
El filme se llevó un Oscar honorífico por la calidad del maquillaje. Fue un éxito en la taquilla que impulsó precuelas y secuelas: Regreso al planeta de los simios (1970), Escape del planeta de los simios (1971), La rebelión de los simios (1972) y La conquista del planeta de los simios (1973). Aparte, una serie de televisión y otra de dibujos animados. Y el 2001 se vino el remake del aclamado director Tim Burton, que centró la trama en el año 2029, con el astronauta Leo Davidson como protagonista interplanetario.
Este mes se relanza la saga con otra cinta, pero con el atractivo de que narra la historia previa a la conquista de los simios, y todo empieza en la Tierra. El (anti)héroe es César, un chimpancé de laboratorio que se convierte en líder de la rebelión. La contundencia de la actuación del animal personificado por Andy Servís, mediante la magia de la tecnología llamada CISC (Imágenes Generadas por Computadora, por sus siglas en inglés), ha llevado a plantear, medio en broma y medio en serio, su postulación al Oscar.
A la par, la proyección ha repuesto en la palestra el debate sobre la labor científica actual, sobre todo aquella referida a la experimentación en animales, en pos de entender el funcionamiento del organismo humano y dar pasos en el tratamiento de enfermedades incurables. Precisamente, el hombre que protagoniza esta película es un investigador, Willy Romano, que intenta descubrir un fármaco para curar el Alzheimer que padece su padre, y por ello usa a chimpancés como tubos de ensayo.
En su camino cría a César, un primate que va adquiriendo facultades hiperdesarrolladas y que se convierte en una especie de Espartaco que toma conciencia de su especie y que se plantea liberar a sus similares del sometimiento de los seres humanos.
Así vista, la cinta justifica la rebeldía de los simios maltratados y el sojuzgamiento al que estarán destinados los hombres, como un castigo a jugar a ser dioses que llevan la aureola de la impunidad y que buscan cambiar lo dictado por la naturaleza.
Sin embargo, ¿avanzamos hacia un “Planeta de los Simios”?, se preguntó la cadena BBC. La advertencia vino de la Academia de Ciencias Médicas del Reino Unido: si no se raya un límite ético claro, la ciencia corre el riesgo de crear “monstruos tipo Frankenstein”, sobre todo en el mundo de la investigación médica donde ya se introducen tejidos o células humanas en animales, especialmente en ratas, ratones y cabras. Aunque los experimentos que más preocupan son los hechos con primates.
En el Reino Unido, según la BBC, están vetadas las averiguaciones con grandes simios, gorilas, chimpancés y orangutanes, pero sí están permitidas en otros países como Estados Unidos. Y los científicos británicos sí pueden experimentar con monos.
Aquí es donde se expresan temores por la posibilidad de crear simios que tengan la capacidad de pensar y hablar como los humanos; de crear las condiciones para que la Tierra se convierta en el planeta Soror.
"Lo que tememos es que si se comienzan a introducir grandes números de células cerebrales humanas en el cerebro de primates, se podrá transformar súbitamente al primate en algo que posee algunas de las capacidades que se consideran distintivamente humanas, como el lenguaje", expresó a la BBC el profesor Thomas Baldwin, miembro de la Academia británica.
"Éstas son posibilidades que han sido ampliamente exploradas en la ficción, pero necesitamos comenzar a pensar en ellas".
Los animales “humanizados”
La alerta viene por tres flancos. La primera recomendación es tomar precauciones con las pruebas cognitivas: poblar el cerebro animal con células humanas puede proveerles de capacidades como la conciencia. Otra se refiere a la reproducción, que no se permita que un embrión animal producido con óvulos o esperma humanos se desarrolle después de los 14 días. Y por último está el dilema ético de crear animales con atributos “singularmente humanos”, como el lenguaje, la forma facial, la textura de la piel.
El problema está en “humanizarlos”. Que el hombre sea un Creador que termine con las cosas fuera de control. Y como el mundo imaginado por Boulle, los simios sean los vencedores. Porque como dijo el profesor Martin Bobrow a la BBC, "una cosa es que llegues a tu casa y tu loro te diga: ¡hola niño bonito! Pero si llegas a tu casa y tu mono te saluda así, eso es algo muy distinto".
La primera cinta
Fue estrenada en 1968 y tuvo como director a Franklin Schaffner y como protagonista a Charlton Heston.
El ‘remake’ del 2001
Fue filmada por el aclamado director Tim Burton y el personaje principal fue interpretado por Mark Wahlberg.
El origen de todo
La película se estrenó en Europa y Estados Unidos, y se tiene programada su llegada al país para septiembre.
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