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domingo, 21 de agosto de 2011

El cine en blanco y negro que vivimos

La vida útil, de Federico Veiroj, acaba de ganar el Premio de la Crítica Internacional en el reciente XV Festival de Cine de Lima.

Jorge tiene 45 años. Vive con sus padres, es soltero y trabaja hace 25 años en la Cinemateca Uruguaya. Es el programador, el proyeccionista, el maestro de ceremonias y el conductor de un programa de radio sobre cine. Alguna vez arregla las butacas de las salas e invita a Paola a ver una que otra película. La poco sorpresiva cotidianeidad de Jorge se quiebra cuando la Cinemateca alcanza una crisis económica de la que no puede salir. Jorge, enamorado y desempleado, deberá aprender a vivir más allá del cine. Pero también, y siempre, con él.
En La vida útil (2010), segundo filme del uruguayo Federico Veiroj, el cine es la vida misma. Lo es en cuanto abandona cualquier indicio de espejo y encarna en el lento caminar de un hombre que no se piensa más allá de un rollo de película.
En blanco y negro, y con un ritmo que sigue con paciencia y cariño al personaje principal, la película de Veiroj es un cuento de cine: no un homenaje ni una puesta en abismos, sino una historia posible al interior del cine como lugar y geografía de la experiencia estética.
Jorge vive dentro del cine: revisa archivos, hace llamadas telefónicas, busca y carga cintas. No sale de él aun cuando espera en el vestíbulo al director de una película uruguaya que presentará su obra frente a diez asistentes. Tampoco sale de él cuando recorre las calles de Montevideo, aturdido, torpe y desempleado, y el rumor sonoro que recuerda a los caballos y disparos de un viejo western lo persigue.
Porque, sobre todo, la película de Federico Veiroj es un recorrido por el cine como forma: la elección del blanco y negro, y la banda sonora del filme, que recuerda a la época dorada de Hollywood, resultan puntos centrales para acercarse a una película en la que todos volvemos a enamorarnos del cine.
En varias entrevistas, Veiroj apunta que estas dos elecciones formales, entre otras, obedecen al clima anacrónico que quería lograrse en el filme. Este clima excede el homenaje a un cine que ya no existe y opta por ponerlo frente a nosotros: los rótulos de apertura de la película, a la manera del cine clásico, y la mítica serie del caballo en movimiento de Eadweard Muybridge que cuelga de una pared de la Cinemateca configuran un lugar para la paradoja: aquella en la que se juega la decadencia de un espacio en vías de extinción —como lo es hoy una sala (las hay muchas en el mundo) que exhibe un cine distinto al cine de Hollywood— y el profundamente cariñoso gesto del desapego, el mirar a la vida que espera saliendo del cine, aún con el cine.
El ritmo de La vida útil se construye desde su personaje: atemporal en sus gestos y palabras, en su ropa y su maletín enorme, su corte de cabello y sus lentes. La anécdota acá no es un accesorio: Jorge Jellinek, crítico de cine uruguayo, entrevistó en su programa de radio a Federico Veiroj por el estreno de su ópera prima, Acné (2008). “La historia para mí había acabado cuando acabó la entrevista, pero para Federico no”, contó Jellinek hace pocos días, en el estreno de La vida útil en el XV Festival de Cine de Lima, donde se quedó con un galardón de la crítica internacional. Veiroj tenía en mente el proyecto de una película sobre un muchacho que trabajaba en la Cinemateca Uruguaya. Cuando conoció a Jellinek, la idea de Veiroj cambió y el personaje perfecto para hacer una película sobre esta institución uruguaya era el crítico de cine que lo entrevistó alguna vez en radio. “Federico me llamó y me citó para hablar de su película. Yo no entendía muy bien por qué me contaba todo, hasta que me dijo que quería que yo fuera el personaje”.
En La vida útil, Veiroj opta por realizar un trabajo con los actores similar al que realizara en Acné. Trabajar con actores naturales sin experiencia en cine significa una apuesta decisiva para construir el clima de las historias, ambas profundamente enraizadas en una cotidianeidad minimalista en la que tanto el adolescente de Acné como el hombre maduro de La vida útil despliegan una emotividad precaria, auténtica y sin decoros. Esta emotividad consigue su más conmovedora intensidad en una de las escenas finales de La vida útil, cuando Jorge baila con su sombra en la Facultad de Derecho mientras espera a Paola para invitarla a ir al cine.
Ganadora de varios premios en festivales internacionales, La vida útil enamora por los riesgos que toma y obliga a tomar. Película sin concesiones y cabalmente formal, no se demora en explicaciones sobre sí misma y plantea una historia en la que todos podemos encontrar nuestra memoria, aquella que queda en las retinas y las butacas.
Ver cine es lo que hace La vida útil. Y lo que podemos hacer los espectadores al ver este cine es vivir en él, en blanco y negro, con rumor a western, disparos y caballos en movimiento.
*Crítica de Cinemas Cine
2010 es el año en que se exhibió por primera vez La vida útil, galardonada cinta uruguaya.

Ganadora de varios premios en festivales cinematográficos locales e internacionales, la película uruguaya enamora por los riesgos que toma y obliga a tomar. No se demora en explicaciones y plantea una historia en la que todos podemos encontrar nuestra memoria, aquella que queda en las retinas y las butacas.

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