Las huellas de los grandes propinadores de palizas, como Bruce Lee o Jean-Claude van Damme, están presentes en el discurso que ha tejido la industria del cine contemporáneo.
Si la crítica censura la excesiva comercialización del género de las artes marciales en la gran pantalla, entonces se puede contraargumentar que no todo es artificio, pues una obra tan coherente como la de Quentin Tarantino, por ejemplo, ha incorporado, con gran fidelidad, las claves de esas célebres películas para crear joyas como Kill Bill -hay una tercera parte o “volumen” en camino-; para el testigo de la aparición del kung fu o del karate en el celuloide, no pasa desapercibido el cruel tutelaje de Pai Mei sobre la rubia Beatrix Kiddo o el relato de Bill, quien toca una rústica flauta traversa frente a una fogata, sobre la sabiduría inmemorial del maestro de la técnica del corazón explosivo.
Y el propio Bill, ¿no es en realidad David Carradine, quien también encarnó a Kwai Chang Caine, el ex monje del templo Shaolin, más conocido como Pequeño Saltamontes, quien recibe las enseñanzas de un maestro ciego y que recorre el salvaje oeste repartiendo palizas a los malos, dominados casi siempre por la angurria del oro, por el tener antes que por el ser?
Pero las vidas de los ilustres dadores de pateaduras no fueron tan exitosas como las de los héroes que personificaron en la pantalla grande. Y algunos como Jean-Claude van Damme o Steven Seagal aún intentan mantenerse vigentes.
El “Pequeño Dragón”
Se puede discrepar sobre quién era el que daba las mejores golpizas, pero nadie niega que Bruce Lee, de origen chino-estadounidense -nació en San Francisco en 1940-, fue quien introdujo, a fines de los 60 y a comienzos de los 70, tanto en occidente como en el cine, la arrolladora corriente de las artes marciales. Hay, por tanto, un antes y un después del también llamado Pequeño Dragón.
Bruce Lee dedicó su vida a las disciplinas marciales, por lo cual, de ser un adolescente pandillero en Hong Kong, hoy es reconocido incluso como filósofo oriental, en tanto difusor de una modalidad del kung fu, conocida como wing tsung, que estudió con su maestro Yip Man, pero también como creador del jeet kune do, que, aunque él mismo se resistía a asignarle un nombre o el estatuto de “estilo”, se conoció como “el camino del puño interceptor”.
A principios de los 70, Bruce Lee, luego de desempeñar roles modestos en teleseries como Batman o El avispón verde –en la cual personificó a Kato-, retornó a Hong Kong, en un viaje que sería determinante para el género de las artes marciales en el cine; estelarizó dos películas, El gran jefe y Puños de furia, con las cuales alcanzó la talla de héroe popular chino; en la tercera, El camino del dragón, se convirtió en director de cine y guionista: es el filme del célebre choque con el campeón mundial de tang soo do, Chuck Norris, en el Coliseo de Roma. Ya estaba preparado el terreno para Operación dragón, el filme que, en 1973, lo consagró como codirector de las escenas de lucha y protagonista.
El 20 de julio de 1973, Bruce Lee llegó al departamento de la actriz china Betty Ting Pei, en Hong Kong para entrevistarse con el productor Raymond Chow y definir la conclusión de El juego de la muerte; se quejó de un agudo dolor de cabeza, por lo cual Betty le dio un analgésico; posteriormente se sumió en la inconsciencia, primero, y en un estado de coma, después. A su entierro concurrieron miles de llorosos fans.
Norris “no actúa”
Mucho menos legendario que Bruce Lee es Chuck Norris -se llama Charles Ray Norris-, nacido en 1940 en Oklahoma, quien se inició en las artes marciales en Corea del Sur, a fines de los 50; llegó a la fama como cultor del tang soo do, tae kwon do y hapkido; cuando retornó a EEUU, se convirtió en especialista de jiu jitsu machado, un sistema brasileño de lucha en el que se destacan las técnicas para derrotar a los adversarios en el suelo. Pero lo que catapultó la carrera de Norris fue su aparición en la película El camino del dragón, en un combate que pierde frente a Bruce Lee. Norris trabajó en películas que frecuentemente exaltan la figura de un héroe ultradefensor de EEUU. “La acción más que la actuación es lo que caracteriza las apariciones de Norris”, dijo la revista Variety sobre sus películas.
Los que rechazan los roles patrioteros de este actor han creado hasta chistes que circulan profusamente en internet y en las redes sociales bajo el rótulo de “las verdades o hechos sobre Chuck Norris”; uno de ellos, por ejemplo, señala que “coherentemente, Chuck Norris nunca ha ganado un premio de la Academia de Cine al mejor actor. Chuck Norris no actúa”. El actor aprovechó esta súbita popularidad en la red para respaldar la nominación, en 2008, de un candidato republicano que fue derrotado.
Un niño indefenso
El belga nacido en 1960 Jean-Claude Camille François van Varenberg, más conocido como Jean-Claude van Damme, ingresó al mundo de los gimnasios especializados en artes marciales a los diez años, porque su padre creyó que era muy pequeño y delgado para defenderse por sí mismo. Lo sorprendente es que, tras años de persistencia, no sólo alcanzó el título de Mister Bélgica de fisiculturismo o el cinturón negro de karate, sino que ganó dos veces el título de la asociación europea de esta disciplina de artes marciales; incluso para alcanzar una mayor flexibilidad tomó clases de ballet durante cinco años.
En 1982 se fue a EEUU con la idea fija de triunfar en el cine. Fue entonces cuando conoció a Chuck Norris, con quien comenzó a entrenarse; Norris le consiguió su primera aparición en la pantalla grande con un pequeño papel en la cinta Desaparecido en acción de 1984; en 1985 hizo el rol de villano en Retroceder nunca, rendirse jamás. Mientras interpretaba al alienígena de Depredador, con Arnold Schwarzenegger, le ofrecieron el papel de Frank Dux, en Contacto sangriento, que lo consagraría como estrella de películas de acción.
Pero su adicción a la cocaína comenzó a complicar su vida en 1995. En 1999 fue arrestado por conducir en estado de ebriedad y condenado a tres años, aunque le dieron libertad condicional. En 2010 trascendió que había experimentado un ataque cardiaco leve. Hoy vive retirado, pero no descarta volver al cine.
De cocinero a policía
No es usual que un actor de películas de acción se convierta en policía, pero Steven Seagal trabaja actualmente como jefe adjunto de la División de Voluntarios de la Oficina del Sheriff de Jefferson Parish, en Lousiana, EEUU.
Hay un cierto parecido con el filme Alerta máxima, en el cual el cocinero Casey Ryback, interpretado por Seagal, revela que en realidad es un Navy Seal -la fuerza especializada que ejecutó el operativo para eliminar a Osam Bin Laden- que, debido a la imposición de un castigo, se había visto obligado a preparar los almuerzos y las cenas de la tripulación a bordo del acorazado estadounidense USS Missouri, dotado con armamento nuclear; Ryback comienza a repartir patadas y balas cuando el ex agente de la CIA William Strannix intenta apropiarse de esas peligrosas armas para rematarlas en el mercado negro. Finalmente, por supuesto, liquida a Strannix y a su banda.
Son películas de este estilo las que ha protagonizado Seagal a lo largo de su carrera en el cine, que se desarrolló luego de que obtuviera un cinturón negro en karate do y se convirtiera en experto en judo, kenjutsu y jiu jitsu brasileño. También causó polémica cuando desafió a pelear, en una fiesta que daba Sylvester Stallone, a Jean-Claude van Damme, aunque nunca llegaron a enfrentarse.
Incluso su rol de policía es cuestionado: se asegura que le sirve para agregar audiencia a un reality show, Hombre de ley, que se difunde por la red A&E.
Bruce Lee dedicó su vida a las artes marciales, por lo cual, de ser un adolescente pandillero en Hong Kong, hoy se dice que es un filósofo.
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