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domingo, 16 de octubre de 2011

Malas enseñanzas: cuando los que se aplazaron hacen películas

Uno: La mejor parte de la comedia Malas enseñanzas llega temprano: en los créditos iniciales, esas letritas con los nombres del reparto que aparecen contra un fondo de imágenes documentales (de aulas, maestros, clases, niños de todo el mundo).

Pero duran apenas tres minutos y ya pasamos a la primera escena: una reunión de profesores en una escuela intermedia gringa, congregados, en la pantalla, para fatigar un rosario de estereotipos sobre la profesión docente: un director discursea convencido de su importancia (cuando se sabe que “no tiene ninguna”), y hay además la intensa lesbiana gorda, el ex hippie viejo que sale por la tangente, la obesa tímida e incómoda.

A esta “última cena” de perdedores llega de repente Cameron Diaz, como caída del cielo hollywoodense: ropa de marca, cuerpo de marca, sonrisa de marca. ¿Qué hace ahí, en medio de tanta gente que no tiene la más mínima idea de lo que es una cartera Hermès?

Dos: Ésa es toda la premisa del asunto: el espectáculo de una costosa barbie avejentada (i.e., Diaz) fuera de lugar. Si la actriz en cuestión interpreta o no a un personaje, poco importa: la película juega el juego de las celebridades, o sea, estamos conscientes de entrada de que la señorita Diaz es la señorita Diaz.

El chiste -se supone- consiste en verla haciendo cosas que desentonan con su jerarquía de diosa mediática (¿Cameron Diaz de maestra?). Imagínese a Zeus o Afrodita cagando o haciendo cola en un banco.

Tres: Malas enseñanzas no es la primera (ni será la última) película hecha, de cabo a rabo, pensando en el endiosamiento de su estrella. Se producen decenas similares cada año y los gringos las llaman “películas-vehículo” (i.e., son “vehículo” de X o Z celebridad). Son cintas destinadas a promocionar a una persona necesitada de un empujoncito publicitario.

La que definió este procedimiento con gran lucidez es Paris Hilton, la escandalosa y célebre heredera. Un periodista, quizá ya cansado de su trabajo, le preguntó por el origen de su celebridad: “Usted, señorita Hilton -le dijo-, estrictamente hablando no tiene ningún talento. No es hermosa, no canta, no baila, no actúa, no escribe. ¿Qué es entonces?”. La señorita Hilton respondió: “Soy una marca. Ése es mi trabajo”.

Cuatro: Cameron Diaz es una marca cansada: los fracasos de taquilla la tienen disminuida y estaría en bancarrota si no fuera porque le pone la voz a la princesa Fiona en la saga de Shrek (faceta de su talento que desconocemos por culpa de nuestro regreso triunfal a la edad de los malos doblajes).

Seamos positivos: al menos Malas enseñanzas ha sido un milagro en la carrera de Diaz. Pese a su modesto presupuesto, ha recaudado, en el mundo, más de 200 millones de dólares. Y todavía falta que aquí pongamos nuestro granito de arena.

Cinco: En declaraciones que impactaron al mundo (y que le dieron la vuelta, incluyendo escalas en medios bolivianos), la señorita Diaz dijo que “las tetas pequeñas son las mejores” y que su madre le había dejado, antes de morir, esta revelación: “Una buena teta debería entrar en una copa de champagne”.

Quizá al atreverse a difundir estas buenas nuevas, la actriz intentaba evitar el peligro de que se la confunda con Elizabeth Halsey, el personaje que interpreta en Malas enseñanzas. Profesora floja y corrupta, Halsey -y no la señorita Diaz- cree que su única oportunidad de escapar del “infierno de la enseñanza” es cazar a un hombre con plata. Y para hacerlo, se imagina, es necesario adquirir un buen par de tetas.

Seis: Lo de las “malas enseñanzas” se refiere a la protagonista. El título original de la película es más claro: Mala profesora. Y lo es por lo siguiente: a) llega tarde a clases; b) bebe y se droga en el colegio; c) en vez de dar clases pone películas; d) no se aprende los nombres de sus estudiantes; e) se acuesta con gil y mil (aunque no con estudiantes); f) frecuenta la malas palabras y hasta el comentario racista; g) pide y acepta sobornos, etc. Lo que se dice: un monstruo.

Esta sarta de iniquidades se manifiesta contra un trasfondo no menos deprimente: el que construyen los otros profesores. El desprecio gringo por la profesión docente se revela en ese telón trasero: los maestros conforman una monótona comparsa de mediocres malvestidos, fracasados ridículos, psicóticos de closet. No en vano la cultura estadounidense inventó un dicho difícil de entender en otras partes: “El que no sabe hacer nada, enseña”.

Siete: La película es sólo un pretexto para el amontonamiento de situaciones “escandalosas”. Tan es así, que se da el lujo de desdeñar la simple continuidad lógica: vemos al final, toda campante, a una mujer que en la escena anterior había sido detenida por tráfico de drogas; o vemos a un funcionario conservar su trabajo no sólo después de confesar un crimen sino usando el crimen como justificación. Pero el problema de la película es otro: su personaje central -que se nos invita a censurar y despreciar- carece de interés.

Ocho: Pregunta: ¿para qué perder el tiempo con un personaje tan poco atractivo? Dice el lugar común que los villanos son más interesantes que los héroes, pero ése no es el caso de Halsey-Diaz, que más que un personaje desagradable es una cojuda.

Se podría acaso rebatir este juicio con la siguiente observación: “puede ser que el personaje sea soso, pero, aun si así fuera, es difícil despegar los ojos de la señorita Diaz, que tiene un cuerpo ‘espectacular’ (mostrado del derecho y del revés en esta película)”. Esta debatible idea podría ser llamada “la hipótesis Tinelli” sobre el éxito de Malas enseñanzas: “no importa cuántas morosas cojudezas digan o hagan, es imposible no quedarse como cojudos mirando a vedettes balbuceando cojudezas”.

De cualquier manera, mis limitaciones me impiden explorar los méritos de tal hipótesis: así como a ratos me dormí viendo Malas enseñanzas, nunca he aguantado más de dos minutos de Tinellli sin cambiar de canal.

Y medio: Quizá escribo por la herida: soy (y lo he sido por 20 años) profesor.

“La premisa del asunto es ésta: el espectáculo de una costosa barbie avejentada, Cameron Diaz, fuera de lugar”.

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