El reconocido largometraje de la directora Ina Weisse se exhibe estos días en salas de nuestra ciudad. A continuación, una breve aproximación a esta cinta, en la que la nieve es constante telón de fondo.
Un reconocido arquitecto recibe la noticia de la muerte de su madre. No parece inmutarse por el anuncio, pero de todas formas decide ir al pequeño pueblo en el que vivía su progenitora, para el funeral. El hombre decide ir con toda su familia allí donde pasó su niñez, una niñez que, intuimos, no fue de las mejores en un rincón perdido en las montañas alemanas. Es a partir de esta historia que Ina Weisse, en su filme El arquitecto, busca indagar sobre las relaciones familiares de nuestro protagonista.
ESPACIOS EN BLANCO. Con gran pesar y dolor, Georg, el arquitecto, llega a su pueblo natal. Los otros miembros de la familia tampoco se encuentran contentos en ese espacio, el cual no habían visto hacía mucho tiempo por una especie de trato tácito entre el jefe de la familia que llega y la difunta. El pueblo está cubierto de nieve, los espacios en blanco inundan toda la pantalla, convirtiéndose de alguna forma en metáfora de la intimidad del tosco Georg. Todo en él parece vacío, todo en él recuerda lo blanco, la nieve. Y ante la posibilidad de que se develen en ese lugar de intimidad los secretos del pasado, Georg se siente nervioso, irritable, busca acabar con lo último que lo liga con ese espacio en particular. El arquitecto quiere volver a encontrarse en un espacio sólido, en sus propias construcciones, en el único lugar en donde puede andar por sus propias ideas. El espacio del arquitecto es, pues, muy diferente al de la nieve, al de su niñez, siempre inestable, en donde siempre existe la posibilidad de hundirse y nunca más salir de ahí. En la nieve nunca se está seguro, es siempre un terreno peligroso.
LA EXPERIENCIA DEL ESPACIO. Cumplir las obligaciones del caso y partir, tocar la nieve sólo lo suficiente, sólo lo necesario para no tener que hundirse en ella, es esto lo que busca Georg en su viaje. No pretende llegar a destino, sino simplemente volver al lugar en donde estaba. Pero es justamente la nieve la que va a impedir que Georg pueda finalmente partir. Nuestro personaje no va a descubrir nada de él, simplemente quiere que nadie sepa nada de lo que fue su vida en ese pueblo. Cuenta anécdotas sobre su madre, bizarras, sin real importancia, porque ciertamente está ocultando algo, algo que nos es incluso vedado a nosotros en cuanto espectadores. No quiere que se sepa nada porque eso implicaría una seria transformación en las relaciones con su familia: ya no podrá ser el admirado y laureado arquitecto que se preciaba de ser y no quiere que su familia se dé cuenta de que en realidad él es una farsa.
Toda indagación sobre la intimidad, sobre lo que nos hace ser lo que somos, es siempre, de alguna manera, un viaje, siempre implica un cambio de lugar o, por lo menos, una búsqueda de cambiar los espacios en donde normalmente uno está.
Parafraseando al filósofo alemán Peter Sloterdijk, la experiencia primera del existir es la experiencia del espacio, nuestros recuerdos, nuestra intimidad siempre está ligada a un espacio.
Es por eso que Weisse usa la metáfora de la nieve: ¿Qué mejor lugar para explorar lo más íntimo de un arquitecto que un espacio que no puede ser realmente modificado? ¿Cómo construir con un material tan poco sólido, tan poco duradero, como la nieve?
ROAD MOVIE DE LA ESPERA. La palabra viajar no sólo tiene que ver con llegar a un determinado lugar geográfico, sino que también se puede entender esta noción como una búsqueda espiritual.
Según Laguna, toda road movie es una búsqueda de este tipo.
El arquitecto, en estos términos, puede ser considerado como una road movie atípica. El filme comienza cuando los personajes llegan a un lugar determinado, pero este lugar obliga a un viaje espiritual, es un espacio que es necesario explorar, aunque se sabe que el objetivo del viaje es salir de ahí para no volver jamás. Es una road movie de la espera, lo que ciertamente permite explorar las relaciones familiares.
EL PERSONAJE ADICIONAL. La directora de producción, Julia Kleinheinz, ha destacado “la importancia de la nieve” en la trama, que se convierte en un “personaje adicional” que simboliza “la frialdad de las relaciones entre los miembros de la familia”, algo bastante característico en los pueblos germanos y escandinavos. Además, Kleinheinz ha explicado que en la película cobra importancia la contraposición entre el campo y la ciudad, por “el poder incontrolable de la naturaleza, un entorno donde todo puede pasar”.
El arquitecto, que se estrenó en 2009 en Alemania, ha participado en numerosos festivales internacionales y ha sido merecedora de varios premios.
*Crítico de cine
2009 es el año que se estrenó la película de Ina Weisse en Alemania.
Un reconocido arquitecto recibe la noticia de la muerte de su madre. No parece inmutarse por el anuncio, pero de todas formas decide ir al pequeño pueblo en el que vivía su progenitora, para el funeral. El hombre decide ir con toda su familia allí donde pasó su niñez, una niñez que, intuimos, no fue de las mejores en un rincón perdido en las montañas alemanas. Ese es el inicio de la historia.
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