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miércoles, 14 de septiembre de 2011

Tin Dirdamal, director del documental Ríos de hombres “'También la lluvia' da una falsa idea de la Guerra del Agua”

Vía correo electrónico se realizó la entrevista a Tin Dirdamal, director mexicano de Ríos de hombres, documental que se exhibe desde hoy en la Cinemateca Boliviana y que cuenta la otra cara de lo mostrado hasta hoy de la Guerra del Agua.

¿Cuántos años de investigación te llevó hacer Ríos de hombres?

Ríos de hombres documenta un proceso trágico y doloroso que dura siete años.

¿Cuál fue la hipótesis inicial de tu documental?

Para mí, una búsqueda (cinematográfica o de otra índole) que parte de una tesis, la cual, al final, se comprueba, es una búsqueda superflua y carente. La realidad siempre es mucho más compleja que nuestras preconcepciones. Llegué hace siete años a Bolivia queriendo contar la historia de la victoriosa Guerra por el Agua. Me parecía un triunfo importante de contar. Sin embargo, mi intención inicial de quedarme tres meses en Bolivia quedó detrás, me encontré con una realidad compleja, con ciertos factores que contradecían ligeramente el relato de triunfo hasta llegar al punto de tener que abandonar mi idea inicial y terminar creyendo que se acercaba más a una derrota.

¿Cómo lograste conseguir imágenes de archivo y cuánto aportaron los protagonistas a quienes entrevistaste?

Después de varios años viviendo en Cochabamba pude contactar con gente que tenía tomas de archivo y que había salido a grabar durante esos días en el 2000.

El general José Antonio Gil aparece como una especie de hidalgo que se sacrificó para evitar la masacre. ¿Por qué no dice nada sobre el capitán Robinson Iriarte, que fue quien disparó a Víctor Hugo Daza y sigue impune?

Tengo más de 200 horas de grabación. Tengo material que explora mucho más a profundidad los detalles de la guerra. El general Gil por supuesto que habla de el francotirador. Tengo material en donde se muestra cómo los aguateros y perforadores de pozos fueron algunos de los primeros grupos que comenzaron movilizar a la gente (siendo grupos que llevan años lucrando con la escasez de la gente se sentían amenazados ante una posible solución del problema del agua). Tengo también, por ejemplo, pruebas de cómo la casa en donde viví por muchos años en Cochabamba (calles Junín y Jordán), ahora paga casi un 200% más de lo que se pagaba ahí en 2000.

Tengo una investigación y material para hacer una serie; sin embargo, necesitaba editar y armarlo de tal manera que la película fluyera sin detenerme en los detalles. Iriarte me parecía uno de esos detalles, en donde el peligro era crear un antagonista en la historia, un malo. Para mí es importante que no haya malos, entender la idea de que todos somos los malos, en que todos somos responsables y culpables así como redentores.

La segunda mitad del documental se desmarca de la evocación y trata de mostrar que más bien no se ganó nada, puesto que Cochabamba no ha solucionado sus problemas acuíferos. ¿Es una tesis muy complicada de afirmar en Bolivia, dada la fuerza positiva que este levantamiento tiene aún en la memoria colectiva?

La Guerra del Agua sólo es eso, una supuesta afirmación en la memoria. Regresando al comienzo de la guerra, a lo que motivó al ciudadano común a salir a las calles, la gente salió porque creía realmente que iba a tener un peor servicio de agua: que le iban a subir la factura de agua un 400%.

Yo revisé las facturas de esa época y de las 60.000 facturas de ese entonces, sólo en 900 hubo un incremento de un 300% a 400%. Estas facturas pertenecen a viviendas de la zona norte y comercios que consumen mucha agua. La gente no sólo creía que iba a tener que pagar más por el agua, sino que privatizarían el agua de lluvia y que sería prohibido recolectarla (otra idea falsa, pecado de la película española También la lluvia). Si uno se pone a pensar cómo llevar a cabo semejante cosa -se me ocurre contratar a un ejército de 10.000 personas e ir casa por casa cada que llueve- se da uno cuenta que no es posible.

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