Will Smith ofrece un papel memorable en la nueva producción La verdad oculta.
En 2002, uno de los jugadores de futbol americano más queridos y reconocidos de los Pittsburgh Steelers, Mike Webster, fue hallado sin vida. A raíz de este suceso y de otras muertes sorpresivas de jugadores del mismo deporte, Bennet Omalu, un doctor extranjero apasionado de la patología forense, graduado de la Universidad de Nigeria y residente en los Estados Unidos inicia una serie de investigaciones que lo llevan a revelar públicamente una verdad oculta y sumamente polémica: los daños crónicos y fatales en el cerebro y de locura que los jugadores de dicho deporte pueden llegar a desarrollar.
La película vale la pena por dos razones: su tema y su intérprete. Por un lado, es accesible tanto para los amantes del deporte y para los que no son tan afines a éste –finalmente no se centra en retratar el juego, sino en sus daños, la cuestión médica–, para conocer más de un tema que desató una gran polémica, pero principalmente para reflexionar sobre la vulnerabilidad del ser humano.
Por el otro lado, la interpretación de Will Smith como el médico Bennet Omalu es digna de destacarse. Y a propósito se hace uso de la palabra “interpretación” porque desde los primeros minutos de la película podemos con facilidad olvidarnos de Smith y, en sus gestos y en su voz sólo ver al doctor. No por nada fue nominado como Mejor actor a los Globos de Oro. Lejos de Focus, Hitch y Hombres de negro tenemos a un Will Smith más cercano al de Ali o En búsqueda de la felicidad.
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