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lunes, 20 de abril de 2015

Argentina estrena filme sobre escuela de modelaje boliviana

El dicho de que nadie es profeta en su tierra es tan trillado como cierto y aunque Guido Fuentes convive con él desde 2009, aún se le rompe la voz, que mezcla un acento occidental boliviano con un dejo argentino, provocado por 25 de sus 46 años residiendo en Buenos Aires, cuando habla de regresar a su querida Cochabamba.

Lo desea tanto que debe cambiar de aparato telefónico, para que su madre, que está atenta a la entrevista que le hará EL DEBER de Bolivia sobre su película que se estrenará hoy, no lo oiga llorar.

El corazón de este hijo pródigo fue el que llamó la atención de los medios de comunicación y cineastas argentinos, que ante asesinatos y robos sangrientos y otras noticias habituales en cualquier ciudad grande, prefirieron contar cómo un inmigrante boliviano, que vive en la humilde Villa 31, se despierta cada día, realiza llamadas para confirmar sesiones de fotos y desfiles para sus alumnas de modelaje, se sienta frente a la máquina de coser para terminar los trajes que usarán y espera a que lleguen una a una a su casa, esa vivienda que hace de salón multiuso, para comenzar con el peinado, luego el maquillaje, las pruebas de vestuario y finalmente el ensayo de los pasos y posturas que realizarán para empresas de moda, productos de belleza y cualquiera que las requiera.

Todo con tal de trabajar y de ayudar a muchachas de escasos recursos, pero abundantes capacidades, que sueñan con ilustrar algún día las portadas de las revistas que adornan los quioscos. Guido Fuentes recibe a cambio sonrisas y el orgullo de verlas sobre las pasarelas.

Llegó el gran día
El director de la Escuela y Agencia de Modelaje Guido Models, que además da nombre al documental dirigido por la cineasta argentina Julieta Sans, no termina de creer que hoy, será él, el que siempre se queda tras bastidores, el que desfilará en la pantalla del Village Cine, exhibiendo su trabajo, pero también las tristezas y alegrías que lo visten en distintas escenas de su vida.

Una vida con ‘estaciones’ muy marcadas emociona nuevamente a Guido, que toma aliento para recordar que en Cochabamba, en un momento era muy pobre y cargaba bolsas en un mercado para llevar unas monedas a su hogar y de pronto conoce la fortuna cuando una familia rica lo adopta y le da todos sus gustos a cambio de algo que le provoca un nudo en la garganta. Debe cambiar de tema, promete que algún día se liberará de esos malos recuerdos que en una época acabaron con sus ganas de vivir.

Dejó Cochabamba para irse a Buenos Aires, donde empezaría una nueva vida, sin ser rico ni pobre, siendo nada. Empezó vendiendo anticuchos y luego fue peluquero, hasta que finalmente encontró su pasión, la confección de vestidos muy escotados, con drapeados, aberturas y gasas que vuelan con el movimiento de las damas que los visten, y la formación de estas mujeres, a las que abrió las puertas de su casa para pulirlas como diamantes en bruto.

Algún día no muy lejano, Guido desea, regresar a Bolivia, para que las mujeres de su tierra sean las que conquisten las pasarelas del mundo

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