Si Steven Spielberg logró contar un drama individual en medio de la guerra en Rescatando al Soldado Ryan, Christopher Nolan se mete en el alma de 300.000 soldados a través de los ojos de un puñado de personas en Dunkerque.
Una historia con la que el británico Nolan creció y que quería llevar al cine desde hace años, pero decidió esperar a tener más experiencia para poder plasmar en imágenes la historia que escribió sobre aquel acontecimiento y que lleva el cine de guerra a una compleja y espectacular dimensión épica e intimista a la vez.
Si algo tenía claro el director de películas como El Caballero de la Noche es que quería contar lo que pasó en aquella playa del norte de Francia al comienzo de la Segunda Guerra Mundial por tierra, mar y aire.
Y así lo hace. Narra por tierra la semana que pasaron las tropas aliadas sitiadas por los alemanes en esa playa del mar del Norte, experiencia que se condensa en un día para la parte marítima y en una hora para la aérea.
Contada en gran parte desde el punto de vista de Tommy (sorprendente el debutante Fionn Whitebread), la película mezcla con un ritmo vertiginoso los intentos de salvación de este joven soldado, las batallas áreas del piloto Farrier (Tom Hardy) o la ayuda desinteresada de un marinero civil, el señor Dawson (Mark Rylance).
Todo ello observado desde lo alto de un larguísimo muelle por el comandante Bolton, interpretado por un impertérrito Kenneth Branagh, el único con conocimiento total del abandono calculado por el Gobierno británico, que quería reservar fuerzas ante la previsión de una inevitable invasión nazi.
Pero Nolan se centra en el drama de los cientos de miles de hombres que esperaban a ser evacuados entre los ataques aéreos de los alemanes y las dificultades para hacer llegar barcos grandes a la playa.
Con unas imágenes de belleza sobrecogedora, especialmente las áreas, Nolan es capaz de hacer sentir al espectador el drama de todos y cada uno de esos hombres aunque cuente los hechos centrado en unos pocos.
Unos hechos que, según los historiadores, marcaron el desarrollo de una guerra que apenas había empezado. Tras el rescate de Dunkerque, conocido como ‘Operación Dinamo’, el entonces primer ministro británico, Winston Churchill, pronunció un histórico discurso conocido como ‘No surrender’.
El 4 de junio de 1940, cuando los últimos evacuados de Dunkerque llegaban a las cosas británicas, Churchill realizó una sentida intervención ante el Parlamento:
“Llegaremos hasta el final, lucharemos en Francia, lucharemos en los mares y océanos, lucharemos con confianza creciente y fuerza creciente en el aire, defenderemos nuestra isla al precio que sea, lucharemos en las playas, lucharemos en los aeródromos, lucharemos en los campos y en las calles, lucharemos en las colinas. No nos rendiremos jamás”.
Y ese es el espíritu épico de una película que muchos críticos ya han considerado la mejor de Nolan, pese a que el realizador ya deslumbró con trabajos como El Caballero dela Noche (2008), Inception (2010) o Interstellar (2014).
De “obra maestra” ha sido calificada por muchos expertos, que alaban la capacidad de Nolan de mostrarse épico e intimista al mismo tiempo, con unas cuidadísimas imágenes rodadas con cámaras IMAX y de 65 milímetros para dar a la historia la grandeza que el realizador quería.
“Cuando te sientas en el cine, la pantalla desaparece y tienes una sensación muy táctil de la imagen. Eso aporta unos panoramas increíbles y acción a gran escala”, explica Nolan en las notas de producción de un filme rodado con la mayor veracidad posible.
Desde utilizar la playa de Dunkerque como plató de rodaje a poder contar con algunos de los pequeños barcos que zarparon de verdad de Inglaterra en 1940 para ayudar en las labores de rescate e incluso naves de las armadas de nueve países diferentes que se conservaban en museos.
EFE
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