Los directores y guionistas, Severin Fiala y Veronika Franz, comienzan su historia con el regreso de la madre (Susanne Wuest) a una casa de campo donde vive con sus dos hijos. Conductora de televisión, la madre parece haberse sujeto a una cirugía en el rostro para satisfacer a su empresa y sus espectadores.
Dentro de la casa hay varas litografías de una mujer pero en ninguna se distingue de quién se trata. Están borrosas. Simbólicamente, Fiala y Franz están comentando sobre la anulación del personaje público como individuo y sobre la intromisión de la sociedad que le arrebata su identidad privada. Sus hijos gemelos, Lukas y Elias (Lukas y Elias Schwarz), son incapaces de reconocerla. Ella no le habla a Lukas. Se trata, de una madre ausente y cruel que se niega a alimentar a uno de sus hijos. Ella, dicen los niños, no solía ser así.
El padre, como en los arquetipos clásicos, no existe. Su desaparición y la rivalidad de los hijos con la madre es un patrón típico de los cuentos de hadas, pero aquí la hostilidad no es la lucha por el amor del padre. Aquí los hijos luchan contra la mujer que hay en la madre.
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