Arnold Schwarzenegger, estrella del culturismo, del cine y la política, encara sus últimos días como gobernador de California sin desvelar cuál será su siguiente desafío, un nuevo guión para una vida de película. A sus 63 años, todo apunta a que este austriaco, nacionalizado estadounidense, volverá a reinventarse a sí mismo para continuar su legado.
Schwarzenegger encarna el sueño americano y, según los analistas, haría un buen papel como aspirante a la presidencia de EEUU en 2012, si no fuera porque el cargo está vetado a los ciudadanos nacidos en el extranjero.
El protagonista de Terminator es un republicano poco ortodoxo capaz de subir impuestos, casado con María Shriver, integrante de la familia Kennedy, el clan demócrata más famoso de la historia de EEUU, y un referente en el país en cuanto a la lucha contra el cambio climático.
Desde varios medios estadounidenses se insiste en que, haga lo que haga en el futuro, Schwarzenegger se mantendrá activo como portavoz de las causas medioambientales y se especula sobre la posibilidad de que reciba algún título oficial para representar a EEUU internacionalmente en esos asuntos.
Donde no le faltará trabajo es en la gran pantalla y es de prever que, tras siete años como gobernador y escondiendo sus músculos debajo del traje de chaqueta, Schwarzenegger no dejará pasar la ocasión de retomar su faceta de actor.
Recientemente participó en Los Mercenarios, de Sylvester Stallone, y ‘reapareció’ digitalizado en Terminator Salvation (2009) para poner rostro a su personaje más célebre, la máquina de matar T-800. El año pasado se rumoreó sobre un proyecto del cineasta James Cameron, con el que Schwarzenegger trabajó en Terminator o Mentiras arriesgadas, que podría servir de plataforma para el regreso del actor a Hollywood. “Cuando haya acabado de gestionar la quinta economía del mundo, es probable que vuelva a actuar. Le encanta”, comentó Cameron, sobre su amigo.
No en vano Schwarzenegger no ha querido separar radicalmente su aspecto político del artístico y en su despacho de Sacramento exhibe orgulloso la espada con la que rodó Conan, el bárbaro, filme que le sirvió en 1982 de trampolín hacia el estrellato.
Arnold continúa ejercitándose en el gimnasio para mantenerse en forma, aunque en una entrevista para la revista generalista The Atlantic expresó su frustración por el hecho de que cada vez le resulta más complicado lograr poner su cuerpo a tono.
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