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domingo, 13 de abril de 2014

Jesús en el cine



Por estos días revivimos la pasión del personaje más importante de la historia. Tanto desde una perspectiva laica como de una religiosa, es ineludible la participación de Jesús para entender los valores en los que descansa la civilización judeocristiana. Dado que el cristianismo no prohíbe la representación iconográfica de sus figuras de culto, el cine se constituyó en un aparato eficiente de propagación de la palabra, a través de la recreación de la vida de Jesús. Además de cinematográfica y sobrecogedora, la historia de la vida de Jesús es contenedora de todos los ingredientes de una épica.

La primera noticia de adaptación de la vida de Jesús al cine data de 1904: el francés Ferdinand Zeeca realiza La vida de Jesús, pieza compuesta por fragmentos, pues el dispositivo solo permitía registrar hasta cinco minutos. El primer largometraje se produce en EEUU en 1927: El rey de reyes, de Cecil B. DeMille, especialista en retratar textos bíblicos. Sin embargo, recién en la década de los 50 los textos bíblicos en el cine cobran fuerza, con El manto sagrado (Henry Koster, 1953), Barrabás (Richard Fleischer, 1962) e incluso Ben Hur (William Wyler, 1959), en la que la figura de Jesús aparece de manera tangencial. Pero las grandes películas de Jesús fueron Rey de reyes (Nicholas Ray, 1951), donde se retrata no solo a Jesús sino las formas de dominación de la época; y La historia más grande jamás contada (George Stevens, 1965), que deseaba ser la gran cinta de Jesús por su espectacularidad y artificialidad en la gran puesta en escena, solo equiparable con Cleopatra (Herman A. Blementhal, 1963)

Menos pretenciosa, precaria y sencilla, El evangelio según San Mateo (Pasollini, 1964) compone un Jesucristo fresco y contemporáneo, canto a la humildad dedicado al renovador de la Iglesia, Juan XXIII. Por su lado, Juan Pablo II bendijo Jesucristo Superestrella (1973), por ser una ópera rock que aproxima el evangelio a los jóvenes. Sin embargo, la versión más arriesgada de Jesús la compone un frustrado sacerdote, Martin Scorsese, con su siempre actual La última tentación de Cristo (1988). Y el clásico de nuestro tiempo es la lacrimosa y sanguinaria La Pasión de Cristo (Mell Gibson, 2004) el relato más íntimo y violento de la pasión, hablado en arameo.

Todas estas cintas anticiparon la efervescencia del subgénero bíblico de finales del siglo XX e inicios del XXI, pues los grandes estrenos bíblicos tienen, al menos en EEUU, un éxito garantizado.


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