La actriz pornoSasha Grey fue quizá la única triunfadora de la película « The girlfriend experience », en la que Steven Soderberghse asomaba al mundo de las acompañantes de lujo. La cinta aburrió a las ovejas (unas esperaban más lana y otras más carne), pero la chica logró dar el salto al cine y la televisión para todos los públicos. O para casi todos. Con la misma idea de fondo y el cineasta como productor ejecutivo, el canal Satrz lanzó este mismo año una serie homónima de 13 capítulos.
Los escritores Lodge Kerrigan y Amy Seimetz, que coincidieron en «The Killing» (él como director de un episodio, ella como actriz), se llevan la trama de Nueva York a Chicago, donde ponen en pie esta cuidadísima producción que confía en una intérprete «de verdad», además de modelo y nieta del mismísimo Elvis Presley. Algo se parece, aunque cabría pensar que la hermosa mirada desvalida y a la vez potente de Reley Keough lleva los genes de Romy Schneider.
Movistar+ Series y su Canal+ Series Xtra ofrecen en España este drama singular,con engañosa duración de comedia, el último género en el que podría encuadrarse«The girlfriend experience». Su media hora escasa ofrece al espectador la oportunidad de beberse la historia en tragos cortos, lo invita a una acumulación potencialmente adictiva.
Intrigas y maldad
El planteamiento es sencillo. Una estudiante de Derecho que trabaja como becaria en una prestigiosa firma de abogados descubre por una amiga el negocio de, digámoslo ya sin eufemismos, la prostitución de lujo. «Todo el mundo es pagado por hacer algo; se llama economía», explica sin rodeos la protagonista, una joven fría y cerebral que ahonda en una conocida paradoja:en el mundo de los negocios las relaciones profesionales son mucho más turbias y menos sanas.
Y, a menudo, menos rentables. Como meritoria, Christine deberá dejarse la piel, el alma y una cantidad considerable de pasta antes de ser ascendida al equipo titular. Como resume un mal compañero con ambigüedad peor disimulada, tiene que tragarse demasiadas cosas. No es casualidad que dos de los abogados del bufete provengan de la serie política «House of cards», que transcurría en otro ambiente saturado de intrigas y maldad.
Los paralelismos entre ambos entornos permiten comprobar también quela chica ejerce y disfruta un control muy superior en el oficio más antiguo. A dos mil la hora, el dinero es fundamental, pero más aún el poder que le otorga su posición. Ni en la oficina ni en las relaciones «reales», si le interesaran, conseguiría nunca ese dominio absoluto, motivo íntimo que la lleva a mantener su peligrosa doble vida.Las personas son su última preocupación: «No disfruto pasando tiempo con la gente. Me parece una pérdida de tiempo».
La serie llega a ser absorbente por la minuciosidad con que aborda todos los puntos de vista
El envoltorio de seda es otra de las claves de la serie, queofrece sexo transparente en un ambiente de oficinas, hoteles y restaurantes de lujo acristalados, límpidos, asépticos. Su luminosidad es profiláctica frente a la sordidez con que la pantalla suele reflejar los amores mercenarios. El voyerismo al que nos obliga esta producción tiene un límite, sin embargo. Pese a los dos enormes ventanales que enriquecen su rostro,Riley Keough es opaca, calculadora y ambiciosa, cual jugadora de póquer. En el ambiente laboral recibe peores cartas, mientras que el estudiantil apenas parece un pasatiempo.
Bajo el nombre «artístico» de Chelsea ofrece a sus clientes la cara ilusión de tener la novia perfecta, siempre solícita y de buen humor, aunque no simpática, pendiente de las necesidades del hombre.Es una hermosa psicóloga con algo más que derecho a roce. Recuerda a laHelen Huntde «Las sesiones», gran película sobre una terapeuta sexual que alivia a sus discapacitados pacientes.Ella cruza puentes y líneas de seguridad mientras ellos viven su abanico de inseguridades. Son justo los «pacientes» quienes terminan de enriquecer el guión y alimentan la intriga con giros que la chica ya no es capaz de satisfacer por sí sola. Soderbergh puede ser aburrido, pero nunca superficial.
«Su» serie llega a ser absorbente por la minuciosidad con que aborda todos los puntos de vista.Cabe criticar la limpieza con la que justifica las escenas de sexo, como aquellas actrices de la Transición que solo aceptaban desnudarse «si el guión lo exige». Aquí no hay nada que explicar, en la línea realista de «Masters of sex» o incluso en el tono de cómic de «Californication». Nada que ver con la fantasía retrofuturista de «Juego de tronos».
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