Con un despliegue nunca antes visto en Cuba y numerosos cortes de calles, el rodaje de la saga Rápidos y Furiosos altera estos días la rutina de La Habana con atascos de tráfico inusuales en la ciudad y grupos de curiosos atraídos por la filmación.
La grabación de la octava película de la serie -la primera superproducción de EEUU en llegar al país caribeño en más de 50 años- ha cambiado el paisaje de la capital cubana, particularmente en las populosas barriadas del Vedado, Centro Habana y La Habana Vieja, surcadas hoy por barreras que impiden el paso y las miradas.
Los más afectados por el rodaje han sido sin duda los conductores, que tienen que transitar por vías alternativas ante el cierre de importantes calles de la ciudad y avenidas como el emblemático Malecón, convertido en insólita pista de carreras en una urbe donde no son habituales este tipo de sucesos.
Por la isla caribeña, todavía ruedan automóviles del siglo pasado, y especialmente los conocidos “almendrones” o “carros” antiguos, en su mayoría estadounidenses de la década de 1950, símbolos del deprimido parque automotor del país y de la famosa “inventiva” de los cubanos para resolver problemas.
El rodaje de la octava parte de la exitosa Rápidos y Furiosos en el país caribeño tiene lugar nueve meses después del restablecimiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos tras más de medio siglo de enemistad, situación que impidió que Hollywood llegara antes a la isla.
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