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jueves, 27 de diciembre de 2018

Crítica de Aquaman, la película de superhéroes con Jason Momoa

Buena papa caliente tenía encima el director James Wan, a la hora de enfrentarse a una película de Aquaman en solitario. Para empezar, porque tendría que hacer frente a esa sensación generalizada de que las películas de superhéroes DC no consiguen encontrar su tono, a pesar del soplo de aire fresco que supuso Wonder Woman.

Una vez más, estamos ante una película de orígenes, en las que de forma más o menos concentrada se nos explica la naturaleza mestiza de Aquaman (es hijo de humano y de la reina de Atlantis), su infancia y su necesario viaje del héroe: se supone que su destino es dejar atrás esa vida tranquila entre pescadores y asumir su responsabilidad como legítimo rey de Atlantis.

El argumento es predecible de principio a fin (se ven venir las decisiones, los romances y los acontecimientos de cada batalla) y los diálogos, por mucho Geoff Johns que haya detrás, bastante simplotes. Es más, durante los primeros compases de la película (donde se profundiza en el romance de sus padres), esta corre serio riesgo de descarrilar... Y a juzgar por la puntuación media que tiene en Metacritic, para buena parte de la crítica, ese descarrilamiento ha tenido lugar.

A pesar de todo, la película de Aquaman consigue rodearse de varios ingredientes que la mantienen a flote (ya tardábamos en soltar bromas acuáticas) y que, una vez acaba el visionado, nos deja con la sensación de haber visto una película simple.

Por un lado, tenemos a Jason Momoa, que interpreta a Arthur Curry / Aquaman. Ya habíamos tenido unas pinceladas de su carisma en Liga de la Justicia (por cierto, la mayoría de los acontecimientos de Aquaman son posteriores a los de aquella peli), pero aquí tiene oportunidad de tomar el estrellato con los habituales chascarrillos, su perfil ideal para la aventura y, sobre todo, unas coreografías y planos de lucha en los que es una gozada verlo en acción. Momoa es una mole de músculo, pero a la vez da una imagen estilizada y hasta cool como luchador.

El resto de personajes no son especialmente memorables en cuanto a su carácter, ya que juegan papeles bastante arquetípicos. Sin embargo, todos funcionan, sin salirse de ese plano. La principal secundaria es la princesa Mera, interpretada por Amber Heard. Ella lo acompaña durante todo el viaje y, si bien sus diálogos parecen sacados de una plantilla de Indiana Jones, es súper espectacular verla en acción cuando pelea y usa sus poderes (además de tener fuerza y velocidad en el agua, es capaz de manipular el líquido elemento para proyectarlo o separarlo).

Lo mismo sucede con el rey Orm, principal villano de la película (e interpretado por Patrick Wilson, actor fetiche de James Wan) o con Black Manta, uno de los antagonistas principales del personaje. Hay otros secundarios de renombre, como Nicole Kidman, Willem Dafoe (¡ojo a cómo lo han rejuvenecido digitalmente!), Dolph Lundgren o Julie Andrews. Si pensamos demasiado en ellos y en lo simple de sus roles, la cosa puede venirse abajo, pero si nos dejamos llevar por la acción, disfrutaremos.

Y es que la película de Aquaman no flojea con su ritmo en ningún momento, a pesar de plantarse en las 2 horas y 20 minutos de metraje. No se hace para nada larga, porque no paran de sucederse peleas uno contra uno (tridente en mano, como está mandado), persecuciones frenéticas, búsquedas de civilizaciones perdidas y hasta gigantescas batallas que les recordarán a las vistas en películas como El Señor de los Anillos. Los responsables del filme ya dijeron que lo veían, más que como una película de superhéroes, como una de fantasía épica.

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