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martes, 20 de junio de 2017

Mujer maravilla



En el mundo entero la parafernalia comercial vino abonando en los últimos meses el terreno para la primera película dedicada a la única superheroína admitida casi siete décadas atrás en el panteón de la DC Comics, cooptada entretanto por la productora Warner Bros, uno de los brazos operativos de la corporación Time Warner. Detective Comics, cabe recordarlo, dio a luz, entre otros, a Superman, Batman, Flash, Linterna Verde, Aquaman y otros justicieros de menor cuantía.

¡Ya estaba de buen tamaño! apostrofaron con inocultable indignación de género algunas crónicas ante el anuncio, hace 20 años, de que se venía la princesa Diana a las pantallas grandes, al cine de verdad. Hasta entonces le había tocado en suerte la olvidable serie televisiva de los 70, cuya única huella fue la de su protagonista Lynda Carter, modelo de exiguo talento histriónico pero generosos atributos de otra índole. Aquellos anticipos quedaron en agua de borrajas, producto de las dubitaciones de la productora, de varios directores y de las de eventuales protagonistas. Entretanto, los colegas de galería de Diana sumaban presencias: Superman 10, Batman 9. El colmo: hasta el insípido Linterna Verde tuvo su chance.

Semejante demora parecía certificar las resistencias de la sociedad a hacer suyas las consignas del Dr. William Moulton Marston —el creador de Mujer Maravilla— que anunciaban el pronto y necesario advenimiento del matriarcado, cifrando en tal eventualidad la esperanza excluyente de la salvación del género humano. “Wonder Woman es propaganda psicológica para el nuevo tipo de mujer que, a mi consideración, debería regir la Tierra”, se explicó Moulton, consultado acerca de ese personaje destinado a “inspirar a las niñas a tener confianza en sí mismas, a perseguir logros en atletismo, ocupaciones y profesiones monopolizadas por los varones”.

Aquí está finalmente la princesa de la isla de Themyscira, habitada únicamente por amazonas, a quien veremos como niña, adolescente y mujer, llevada de la mano de la primera directora a la cual a su vez le ha sido confiada una película de superhéroes casi un siglo más tarde del nacimiento del género.

Allí, en su isla natal, Diana crece tironeada entre el deseo de su madre, la reina Hipólita obstinada en mantenerla lejos de los menesteres bélicos, mientras su tía Antiope pone todo de sí para persuadirla acerca de la conveniencia de aprender las tácticas que le permitan enfrentar en algún momento a Ares, hijo de Zeus, dios de la guerra y enemigo mayor de la raza humana.

En realidad le toca un doble papel contencioso. Amén de poner coto a los torcidos designios de Ares, tiene hoy por hoy la difícil misión de darle respiración artificial a DC Comics en la disputa que viene perdiendo frente a Marvel por los mercados del últimamente obeso género de historietas volcadas al celuloide. Semejante duplicidad de tareas explica los aciertos y los yerros del emprendimiento encargado a Patty Jenkins, guionista y directora de Monster: asesina en serie (2003) sobre la historia real de Aileen Wuornos, una exprostituta lesbiana ejecutada mediante una inyección letal en 2002 por haber asesinado a siete hombres entre 1989 y 1990.

El ambicioso guion de Allan Heinberg no se priva de varias pretenciosas vueltas de tuerca, de estridencias innecesarias para un divertimento liso y llano, ni de las arbitrariedades que le permitan ir y venir en el tiempo: arranca en la actualidad, en el Louvre, viaja a la Antigua Grecia para luego saltar a la Primera Guerra Mundial. Más que un sólido punto de partida, tal guion acaba siendo una desafiante suma de escollos a salvar en la puesta en imagen.

El inicial gran acierto de Jenkins consiste en imprimir al relato un indisimulable acento feminista así como en dispensarse, y exonerarnos, de la solemnidad que por lo común los realizadores juzgan necesaria para que los paladines de la redención humana frente a las acechanzas de malvados de pésima entraña resulten a la vez creíbles y portadores de una dimensión simbólica prolífica en connotaciones, implícitas o no tanto, respecto a los conflictos presentes.

Hay un agradecible desenfado lúdico en cómo Jenkins aborda el relato, que no incurre tampoco en el ocultamiento de la imbecilidad belicista de los hombres, manifiesta por ejemplo en el horroroso ataque alemán con gas mostaza contra una apacible pequeña ciudad francesa. Apelando a una criteriosa mezcla de géneros echa mano de la comedia cuando le parece pertinente, de la fantasía en el momento necesario, de la acción a todo vapor en las instancias precisas, del romance cuando requiere dar un respiro al espectador.

Con todo y tales atinadas elecciones para sobreponerse a los señalados extravíos del guión, y siendo en buena parte del metraje un disfrutable entretenimiento, Mujer Maravilla está lejos de la perfección. Se alarga en demasía repitiendo el yerro persistente de buena parte de la avalancha de películas dedicadas a personajes de historieta. El final resulta desvaído. Gal Gadot —reclutada del modelaje—, en la piel de Diana, carece de expresividad suficiente para transitar con solvencia entre los distintos acentos requeridos por su personaje. Las secuencias románticas abusan del caramelo para invitar en un par de momentos al empacho, y es conspicua la falta de química entre Gadot y Chris Pine, a cargo del espía inglés que comparte la misión de desbaratar los planes del bando alemán.

Pero el déficit mayor se advierte en la fallida composición de los villanos —la excepción es la tenebrosa científica germana, la Dra. Veneno—, próximos al ridículo absoluto. A falta de antagonistas de envergadura, los protagonistas se ven en figurillas para funcionar a pleno.

En suma, la fluidez y simpleza narrativa optadas por Jenkins la habilitan para salir en buena medida bien librada del laborioso encargo que le tocó en suerte. Superior en gran medida a unos cuantos de los títulos de data reciente puestos a circular por la corriente, podrá probablemente acortar en la taquilla la brecha abierta con los productos inspirados en el retablo de Marvel Comics. Pero Mujer Maravilla difícilmente quedará en la memoria más allá del recuento de los momentos de esa trifulca irrelevante para la historia del cine.

Titulo Original: Wonder Woman.

Dirección: Patty Jenkins.

Guión: Allan Heinberg. Historia: Zack Snyder, Allan Heinberg.

Personajes: William Moulton Marston.

Fotografía: Matthew Jensen. Montaje: Martin Walsh.

Diseño: Aline Bonetto.

Arte: Steve Carter, James Collins. Música: Rupert Gregson-Williams.

Efectos: Liz Barron, Adrian Bennett.

Producción: Jon Berg, Wesley Coller.

Intérpretes: Gal Gadot, Chris Pine, Connie Nielsen, Robin Wright, Danny Huston, David Thewlis, Saïd Taghmaoui. – USA/2017

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