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domingo, 16 de febrero de 2014

Recrean la Batalla de Boquerón en una película

Los pañuelos agitados en el aire, entre lágrimas y suspiros; la chimenea de una vieja locomotora formando nubes de vapor en el cielo, y en los vagones, sacando sus cabezas por la ventana, cientos de soldados iniciando un viaje a las cálidas tierras del Chaco, sin saber que aquella despedida marcaría el inicio de un episodio épico en la historia de Bolivia.
Ésta es una de las escenas con la que el cineasta Tonchy Antezana da inicio a su reciente película Boquerón, en la que se recrea esta batalla librada contra el Ejército paraguayo en septiembre de 1932, durante 21 días agotadores y bajo un sol inclemente.
La trama se desarrolla a partir de la historia personal de cuatro jóvenes combatientes de diferentes regiones del país, que llevan consigo recuerdos de su vida antes de llegar a la guerra y la esperanza de retornar a sus hogares, luchando contra el hambre, la sed, el cansancio y la muerte.
"Hace 15 años tuve la posibilidad de conversar con Alberto Saavedra, excombatiente de Boquerón, y él me contó sus vivencias en el fortín. Además leí decenas de libros, consulté a historiadores, y sobre la base de algunos pasajes históricos escribí el guión”, explica Antezana.
Decidido a asumir esta titánica misión, el cineasta orureño reclutó una cuarentena de actores bolivianos, entre los que destacan Sergio Fernández, Hugo Velázquez, Elmer Mamani y Alejandro Loayza como protagonistas.
En estos últimos tres años de rodaje, uno de los mayores desafíos para la producción fue confeccionar un vestuario semejante al que usaron en esa época y conseguir locaciones que pongan en un contexto real las escenas bélicas y narrativas del guión.
Luego de rigurosas investigaciones y consultando un archivo fotográfico, finalmente elaboraron la indumentaria de los ejércitos boliviano y paraguayo; y filmaron la batalla en la comunidad Cotapache, en Cochabamba. El resto de las escenas se rodaron en Machacamarca, Oruro, en el lago Titicaca de La Paz y en Portachuelo, Santa Cruz.
"La parte de la guerra no la hicimos en Villamontes, por el agobiante calor. Nos decidimos por Cochabamba, porque tiene una vegetación similar a la del Chaco. De todas maneras, el calor fue muy duro en los 12 días de filmación”, explica el también director de Evo Pueblo y Cementerio de elefantes.
Justamente en este lugar se encontraron con un depósito con el armamento que se había utilizado en el enfrentamiento. Con cientos de armas obsoletas a disposición, el equipo escogió fusiles, metralletas y cañones para recrear la contienda.
Una de las escenas muestra cómo uno de los soldados bolivianos, agobiado por la sed, busca agua en las caramañolas de soldados paraguayos muertos, corriendo en medio de las balas.
Esta película trata de recordar una de las hazañas más grandes en la historia del país, en la que se desató una lucha desigual entre 600 soldados bolivianos contra un cerco de más de 10.000 paraguayos.
El periodista Robert Brockmann explica que al inicio de las hostilidades, Bolivia ocupó tres fortines paraguayos, uno de ellos fue Boquerón. "La unidad boliviana de ocupación, al mando del teniente coronel Manuel Marzana, constaba de unos 460 hombres. A lo largo de 19 días de incesantes ataques paraguayos, esa cifra llegó a subir a unos 600, mediante rupturas del cerco por parte de militares como Busch o Ustárez. Se calcula que los sitiadores paraguayos eran entre 5.000 y 12.000 efectivos”, rememora.
Agotadas las provisiones y municiones bolivianas, bajo las más duras condiciones y con muchos heridos que atender, Marzana solicitó llegar a un acuerdo con los paraguayos; pero tomaron la bandera blanca como una rendición e irrumpieron en el fortín. "Sin balas para rechazarlos, el fortín fue capturado, pero nunca se rindió”, asegura Brockmann.
Es precisamente en medio de este dramático episodio que se desarrolla la historia de Luis Alberto, protagonizado por Fernández, quien siendo huérfano de padre asumió el cuidado de sus hermanos menores y salió a la guerra con la promesa de regresar para educarlos.
Manuel, interpretado por Velásquez, es un cruceño "bonachón” que se fue a vivir a Sucre para estudiar, sin pensar que justo en ese lugar sería reclutado para la defensa del fortín.
Tomás, protagonizado por Mamani, antes de la guerra trabajaba como esclavo para un hacendado en la Isla del Sol del lago Titicaca y por problemas políticos fue llevado al Chaco.
Finalmente, Darío, un muchacho de 15 años, quien perdidamente enamorado decide enlistarse al cuartel para "forjarse como hombre” y obtener así el permiso para casarse.
Historias ficticias pero humanas que bien podrían haber sido la vivencia de combatientes reales que, olvidando por un momento sus aspiraciones personales, se convirtieron en valerosos héroes de este conflicto bélico.
Como expresa el historiador Luis Fernando Guachalla, "Boquerón fue el drama de la ilusión en su grado máximo. Ilusión de fuerzas que no existen, ilusión sobre la capacidad del adversario, ilusión sobre un Chaco que se desconoce, ilusión sobre la importancia de la intervención extranjera”.
Pero a la vez la "ilusión de quedarse con Toledo, Corrales y Boquerón, ilusión del estacionamiento fatal de contingentes militares en la retaguardia, en espera de alguna intervención que paralizara las hostilidades”.

Inspirado en la valentía y la determinación de los soldados bolivianos, Antezana tiene pensado terminar la película Boquerón este año, luchando contra las adversidades del tiempo y el presupuesto, para rendir un nuevo homenaje a los artífices de esta hazaña bélica.

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