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miércoles, 26 de febrero de 2014

Meryl Streep, imparable y única en el filme ‘Agosto’


“Meryl Streep nos muestra que en Hollywood sigue habiendo papeles para Meryl Streeps cumplidas los sesenta”. Con esa broma en los Globos de Oro la presentadora Tina Fey resumía la posición extraordinaria que ocupa la Streep de 64 años. Podrá haber más o menos personajes femeninos potentes para actrices entradas en edad en Hollywood, pero siempre habrá papeles para la que ya es una leyenda viva. Ella es la actriz con más nominaciones en la historia de los Premios Oscar, aunque no la que más estatuillas tiene, ya que Katherine Hepburn sigue teniendo el récord con cuatro, una más que la protagonista de La decisión de Sophie o La dama de hierro.

‘AGOSTO’ CON MERYL STREEP Y JULIA ROBERTS

Las familias, a su modo, son una puesta en escena. Traen implícitas sus discusiones, vínculos, contextos, dramatizaciones. En el filme Agosto, adaptación de la obra de Tracy Letts, tal condición es llevada al extremo. Como sucedió en Un dios salvaje de Roman Polanski, aquí también el teatro absorbe a la historia: uno puede ver las bambalinas tras las paredes de la casa de los Weston, y las individualidades que asoman por encima del conjunto: en especial Violet Weston (Meryl Streep), la despiadada matrona que recibe a los suyos en su sombría morada de Oklahoma al morir su marido, un reconocido poeta interpretado en los minutos iniciales por Sam Shepard.

Pero allí está también la eficaz Julia Roberts haciendo de Bárbara Weston, la hija mayor que soporta la infidelidad de su esposo (Ewan McGregor) y la pubertad de su hija (Abigail Breslin), a la vez que toma las riendas de su familia ante la desolada postal del padre muerto y la madre enferma de cáncer y adicta a las pastillas.

El grupo que completan las hermanas de Bárbara, Ivy (Julianne Nicholson) y Karen (Juliette Lewis), quien llega con su último novio, el fantoche Steve Huberbrecht (Dermot Mulroney), y la tía abuela Mattie (Margo Martindale), su marido Charlie (Chris Cooper) y su hijo Little Charles (Benedict Cumberbatch) entran en el reencuentro, donde no tardan en aparecer todo tipo de revelaciones, reproches y golpes bajos, con cimas estrepitosas que incluyen vajillas rotas, peleas en el piso y ataques por la espalda.

El filme de John Wells respira cuando sus personajes salen a pasear en auto y se muestra el desierto y, como dice Bárbara, se revela que el blues es un paisaje (y una banda sonora, a cargo de Gustavo Santaolalla). Ese trago seco mitiga tanto empalague melodramático, y también son oportunas las alusiones a las diferencias generacionales deslizadas bajo tanto griterío y comentario ácido, en el matrimonio fallido pero así y todo duradero de Violet frente a las relaciones tembleque antes de sus hijas, o la aspereza trágica de las vidas de tercera edad en oposición a los caprichos confortables de los baby boomers.

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