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domingo, 11 de agosto de 2013

Buñuel, genio y bromista

Cuenta Luis Buñuel en sus memorias que, cuando se es ateo como era él, no hay gran cosa que decir sobre la muerte. Eso no le impedía imaginarse “flotando en la oscuridad eterna y chocar de pronto con un siamés muerto hace 2.000 años al caer de un cocotero”. O gastando una broma final en su lecho de muerte a sus amigos ateos como él: “llega entonces un sacerdote al que yo he mandado llamar. Con gran escándalo de mis amigos, me confieso, pido la absolución de todos mis pecados y recibo la extremaunción. Después, me vuelvo de lado y muero”.

Al fin y al cabo, a eso se dedicó el aragonés en el cine, a crear imágenes subversivas, inquietantes, humorísticas, eróticas, surrealistas. La mano que aprieta la soga en Viridiana, el oso que aparece en mitad de la cena de El ángel exterminador, el lavado de pies con el que comienza Él o el célebre ojo rasgado de Un perro andaluz. Son distintas caras de las mismas obsesiones: muerte, sexo y religión formando un triunvirato omnipresente.

Amante del boxeo, las armas, los bares y el dry martini, Buñuel murió un 29 de julio de 1983 en México, un país donde vivió 36 años de su larga vida y rodó gran parte de su filmografía. Treinta años después de su desaparición, su vida y su obra continúan siendo una fuente inagotable de misterio y descubrimiento.

El surrealista

Hijo de un ferretero que hizo fortuna en Cuba, Luis Buñuel nació en Calanda (Teruel) con el siglo XX, el 22 de febrero de 1900, un lugar donde “la Edad Media se prolongó hasta la Primera Guerra Mundial” y que el joven dejó atrás para ir a estudiar a Madrid. Por recomendación de un senador, se instaló en la Residencia de Estudiantes, donde trabó amistad con Federico García Lorca, Rafael Alberti o Salvador Dalí.

Ya entonces había descubierto y amado el cine y poco después de instalarse en París en 1924 comenzó a trabajar como asistente de Jean Epstein.

En las reuniones del Café Cyrano, Buñuel conoció a los surrealistas -Max Ernst, André Breton, Paul Eluard, Tristan Tzara, etcétera- y el mismo año en que se unió al grupo, en 1929, escribió y rodó con el pintor de Figueras su primera película, utilizando el método de la escritura automática.

Un perro andaluz, que financió la madre del joven Buñuel, se estrenó ante la flor y nata de París. Cuenta el director que, muy nervioso, se situó detrás de la pantalla con piedras en los bolsillos, para tirárselas al público si la película resultaba un fracaso. No le hizo falta.

Buñuel y Dalí volvieron a escribir juntos La Edad de Oro, que causó escándalo por las comparaciones entre Cristo y el Marqués de Sade, aunque para entonces los dos amigos ya comenzaban a distanciarse.

Exilio en América

El realizador volvió a España con la proclamación de la II República, pero al estallar en 1936 la Guerra Civil regresó a París, donde trabajó un tiempo como agregado en la embajada del Gobierno republicano y después viajó a Estados Unidos.

Los comienzos americanos fueron duros y el pasado filocomunista del cineasta aragonés no ayudaba. Consiguió un empleo como supervisor de documentales en el MOMA de Nueva York y al poco tiempo se vio obligado a dimitir, convirtiéndose en una de las primeras víctimas del “macartismo” o la persecución de cualquiera que fuera acusado de comunista. La descripción de ateo e izquierdista que Dalí hizo de él en sus memorias, publicadas en aquella época, tampoco jugó a su favor.

Buñuel se instaló en México en 1947, país que le ofreció la oportunidad de volver a rodar películas menores como El Gran Casino o El calavera y también obras maduras como Los olvidados o Nazarín, su primera adaptación de una novela de Galdós.

Retorno a Europa

Tardó 24 años en regresar a España. Lo hizo en 1960 y el motivo fue rodar Viridiana, con Paco Rabal, Fernando Rey y Silvia Pinal. La película, sobre las vicisitudes de una joven monja que va a visitar a su tío, obtuvo la Palma de Oro en Cannes, pero fue prohibida en España y denunciada por el Vaticano.

A continuación, rodó otra de sus grandes obras, El ángel exterminador, en la que aparece otro tema recurrente y esencial en Buñuel: la imposibilidad de cumplir un deseo.

En su última etapa, en Francia, firmó películas como Diario de una camarera, Bella de día y Tristana -de nuevo Galdós-, antes de abordar El discreto encanto de la burguesía, con la que se convirtió en el primer director español que ganaba un Oscar de Hollywood.

Su último trabajo fue Ese oscuro objeto de deseo y estuvo a punto de no realizarse por el rechazo de la que iba a ser su protagonista, María Schneider. La repentina idea -surgida en un bar- de desdoblar su papel en dos (Ángela Molina y Carole Bouquet) entusiasmó al productor y salvó el proyecto. (EFE Reportajes).

Buñuel murió un 29 de julio de 1983 en México, un país donde vivió 36 años de su larga vida y rodó gran parte de su filmografía.

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