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miércoles, 7 de noviembre de 2012

La historia de un filme hecho en una cárcel

Diego Mondaca es uno de los jóvenes realizadores más prometedores del país, quien se hizo conocido por "La Chirola" su tesis de la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños (Cuba) donde estudió Cine. Este corto tesis es el trabajo boliviano más premiado internacionalmente.

Actualmente desarrolla el largometraje de ficción Agua, premiado como mejor proyecto de ficción en BAL.BAFICI 2012 (Argentina), y seleccionado en la residencia de escritura Jerusalem Film Lab 2012-2013. La película se presentará de forma abierta este 22 en el Centro Cultural de España (La Paz).

¿Cómo nace el proyecto ciudadela?
D.M.: Mucho antes que "La Chirola". De hecho escribí el proyecto inicial pensándolo presentar como tesis de mi escuela de cine, el 2008. Pero finalmente presentamos "La Chirola". El ambiente de San Pedro me impactó mucho, visualmente me rompió muchos esquemas y prejuicios, despertó preguntas que jamás me había planteado y que comenzaron a rondar mi cabeza. Algunas logramos contestar/plantear con la realización de "La Chirola", la "Resilencia", los conceptos de libertad y sus ambigüedades por ejemplo. A partir de "La Chirola" comencé a investigar mucha más literatura sobre los centros penitenciarios, sobre el ser humano y sobre lo punitivo, el castigo, y las capacidades del ser humano para poder adaptarse, para encontrar sentido a sus vidas y seguir construyéndolas.

¿Cuánto tiempo tardaste en hacerla?
D.M.: Fue un proceso largo y cuidadoso. Desde re-escribir el proyecto a partir de las primeras experiencias dentro del penal, seguir las visitas y poder observar y encontrar el lugar, la posición desde dónde narrara. Una buena parte del proyecto lo escribí mientras no vivía en Bolivia, que en cierta medida ayudó mucho para poder crear la distancia necesaria, no apoyarme en clichés y anécdotas. Luego evidenciamos que aún el proyecto tenía muchos fallos. Comenzamos a buscar fondos, a estar en festivales y foros. Logramos apoyos muy importantes, de las mejores y mayores instituciones cinematográficas como el Festival de Berlín y del Festival de Ámsterdam.

¿Cómo lograste entrar a San Pedro? ¿Cuáles fueron los retos para hacer este documental?
D.M.: Logramos entrar gracias al apoyo de los internos, de sus delegados. Tuvimos reuniones con ellos, explicamos claramente el proyecto que buscábamos hacer. Como estuve mucho tiempo entrando al penal para observar, para conocer, pues también veían que era un trabajo serio y necesario.

El reto fue el poder saber interpretar el lugar, su dinámica y a sus pobladores. Las tensiones son fuertes dentro del penal, no es un lugar fácil, pero sí nos evidencia que es un lugar donde la vida se desarrolla, donde hay gente que también lucha por vivir.

¿CÓmo fue el trabajo de guión?
D.M.: Cuando reunimos al equipo y comenzamos la etapa de rodaje comenzó otra re-escritura de Ciudadela, el proyecto escrito ya distaba mucho, la realidad nos volvía a superar. Nuestro proyecto tenía fallas, tenía aún una carga de prejuicio muy fuerte. Es en ese momento donde se vio el trabajo del equipo, quienes con ojos más frescos e interpretaciones más sencillas comenzaron a aportar creativamente en la construcción de una mirada. Los conceptos que manejamos, los pilares fundamentales del documental no se movieron, pero la construcción de la forma logró concretar el filme que ahora presentamos: reflejar ese cotidiano que construye sus vidas y las nuestras.

¿En qué se siente más cómodo... en documental o ficción?
D.M.: Para mí, el documental es hoy el lugar donde el cine está diciendo más cosas, no solo sobre la vida sino también sobre el lenguaje. Por eso, más que género o formato, para mí el documental es un gesto creativo que implica hablar de la vida a través del mundo. La materia del documentalista y del no-documentalista es la realidad misma. Entonces creo que se trata de construir, a partir de ahí, no una ficción sino un relato, y de poner en escena nuestra relación con el mundo que nos rodea, de representar esa relación. Eso tiene que ver mucho más con el arte en general que con las formas institucionalizadas del cine, en las que se habla de "verdad", "objetividad", "reportaje", "expertos" ...entre otros. Para mí el tipo de "documental" en el que el autor desaparece, no tiene el menor interés.

¿Sé que trabajás con el mismo equipo desde hace años, ¿Cuál es la importancia de esto?
D.M.: Nada se construye en la soledad. El equipo con el que trabajamos fue fundamental en cada una de sus fases. Nos conocemos. Esto hace que nuestro entendimiento e interpretaciones durante la filmación y durante los procesos de edición sean más creativos. En el caso de Ciudadela fue fundamental el apoyo directo de ellos. La fotografía de Andrés Boero, por ejemplo, aporta enormemente como discurso y como estética. La edición de imagen que logró Aldo Álvarez es muy fuerte, él fue determinante en la construcción final del documental.

Cine nacional ¿Cómo lo vez?
D.M: Yo puedo hablar de mi generación. Siento una gran división y una incapacidad de asumir al cine como un oficio que demanda rigor. Esto por un lado. Pero también estoy feliz de formar parte de una generación que busca un nuevo discurso con el audiovisual. Que nos movemos más en festivales de prestigio y con buenos resultados.

'El documental es hoy el lugar donde el cine está diciendo más cosas, no solo sobre la vida sino también sobre el lenguaje'.

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