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miércoles, 1 de agosto de 2012

De clandestinos a ‘Insurgentes’



La nación clandestina (1989), de Jorge Sanjinés, es tal vez una de las obras de las que más se ha escrito en el cine boliviano. No es para menos. El plano secuencia integral verdadero aporte boliviano a la cinematografía mundial llega en el filme de 1989 a su máxima expresión, tanto teórica como estética. Si bien la utilización del círculo en las estructuras de los filmes ya era algo que el cine boliviano había trabajado desde la temprana Vuelve Sebastiana, sólo aquí llega a convertirse en una postura de autor y por tanto política.

Pero, además, parece cerrar un ciclo no sólo en el cine de Sanjinés, que después decide cambiar de rumbo con filmes como Para recibir el canto de los pájaros (1995) y Los hijos del último jardín (2004), sino que es un punto de inflexión en el cine boliviano. Es el culmen de la larga reflexión del cine sobre lo indígena en la pantalla grande. Si bien hay filmes indigenistas posteriores a La nación..., éstos han perdido notablemente visibilidad, restringiendo su visionado a unas cuantas muestras más o menos exitosas.

Ante el estreno de un nuevo filme de Sanjinés, que parece retomar los principios básicos del cine clásico del autor, como por ejemplo la utilización de los personajes colectivos, se hace necesaria la pregunta: ¿Por qué seguir hablando de La nación clandestina? Hace casi 25 años existía una nación clandestina que vivía paralelamente a las normas y pautas culturales del Estado oficial, y por tanto relegada de éste. ¿Cómo pensar el cine de Sanjinés después de la llegada al poder de este grupo relegado? ¿Cómo debemos comprender los preceptos teóricos y estéticos del autor cuando los Sebastianes Mamanis ostentan el poder del nuevo Estado Plurinacional? Los eventos de los últimos dos años han derrumbando en la gran mayoría de la población las esperanzas de redención de un Estado básicamente segregador. Éste parece ser el gran reto que debe superar Insurgentes, la nueva propuesta de Sanjinés, para no convertir esos enormes preceptos teóricos y estéticos en mero folletín propagandístico y progobierno. Sebastián Morales E.

Películas en pocas palabras

La mujer sin cabeza (cine latinoamericano)

Con tan sólo tres largometrajes, Lucrecia Martel se ha convertido en uno de los referentes del cine latinoamericano de este siglo. La mujer sin cabeza, cierre de la trilogía de Salta estrenada en 2008, radicaliza las estéticas y temáticas presentes en sus dos anteriores películas: familias burguesas, encierro, naturaleza amenazante, niños y adolescentes aterrorizantes, atmósferas de extrañeza. Extrañeza. Tal vez ésta sea la emoción más intensa en la película: una mujer odontóloga que acaba de teñirse el pelo de rubio, conduce por la carretera. Mientras escucha una canción de Nana Mouskouri y trata de encontrar su teléfono que suena, atropella algo. No se baja del auto. Se va. Durante días, la mujer vive algo parecido a un estado de shock: no comprende lo que ocurre a su alrededor, no habla y deambula como un zombi. Todo permanece suspendido, lo que pasa parece que no pasara del todo, que no fuera real o que no importara. La culpa y la impunidad ocupan un mismo espacio, el del sesgo de una inmovilidad que lo invade todo. Mary Carmen Molina E.

Altiplano (cine independiente)

Una cámara-planeta que gira alrededor de personajes-soles: el estilo narrativo de Altiplano enfatiza los puntos de vista. Aunque con esta manera de narrar pareciese que el panorama del personaje se expande, desde el punto de vista de la cámara/narrador, el personaje queda encerrado dentro del círculo formado por la misma. De igual modo, esta película está llena de imágenes-símbolos que crean otra perspectiva: la del espectador. Es por medio de dichas imágenes que la historia se construye. Altiplano, filme dirigido por el belga Peter Brosens y la estadounidense Jessica Woodworth, es una narración de denuncia mediante el suicidio de Saturnina, muerte que restaura, a su vez, la esperanza. Esperanza como sinónimo de una fe ciega que cree sin mirar y que mira más allá de lo evidente. El filme se presentó en la semana de la crítica en Cannes en 2009, fue parte del Festival de Cine Europeo en Bolivia y se estrenó de manera comercial en el país. Vale la pena verla. Mitsuko Shimose

Mi semana con Marilyn ( Multicine)

Para poder ver a Norma Jeane de este modo era necesario sacarla de Hollywood: su escenario natural, su espacio creacional. En Mi semana con Marilyn nos aproximamos a la rubia platinada más admirada del siglo XX, ícono de la cultura pop norteamericana y sex symbol de una época; actriz que ha dejado una intensa huella en el séptimo arte. En la película, Monroe (Michelle Williams) llega a Londres acompañada de su nuevo esposo —Arthur Miller (Dougray Scott)— para empezar el rodaje de El príncipe y la corista, junto a Sir Lawrence Olivier (Kenneth Brannagh). El film se basa en la historia del tercer asistente de dirección de la producción inglesa que antecede a Una Eva y dos Adanes, de manera que con la mirada de Colin Clark (Eddie Redmayne), el espectador se aproxima a un ser humano devastado por la vida, a una mujer con una colección de miedos y debilidades. La película es una profunda declaración de amor al cine y, por tanto, la ópera prima de Simon Curtis resulta imperdible. Claudio Sánchez



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