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lunes, 14 de noviembre de 2011

¿Por qué quebro McDonald’s en Bolivia?

¿Por qué quebró McDonald’s? resulta ser otra cosa de la que buscaba o pretendía ser; pero aquello que acaba siendo está bien hecho. Puede provocar, claro, inocultable desazón entre quienes acudan a la sala creyendo encontrar una respuesta a la pregunta planteada en el título de este documental de Fernando Martínez, que no deja de ensayar una hipótesis, varias mejor dicho, sin persistir lo suficiente en la argumentación, ni ahondar seriamente en ninguna de ellas, dejando a lo sumo un par de ideas que le corresponderá al espectador, se supone, evaluar en sus alcances.

Veamos. Cinco años después de inaugurarse, en 1997, la primera sucursal en Bolivia de la cadena de alimentos McDonald’s, lanzamiento promovido con bombos, sonajas, platillos, en 2002, habiendo sumado otras siete sucursales en el país, los propietarios de la franquicia resolvieron dar por terminados sus negocios en esta comarca. Fue un hecho inédito, sin parangón en el resto del mundo, donde la cadena posee desperdigados 31.000 restaurantes, localizados en 119 países, atendiendo, con 1,5 millones de empleados, a cerca de 58 millones de clientes por día.

Primera hipótesis sugerida por la película. Los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas en Nueva York convirtieron a los restaurantes de la cadena en potencial blanco de acciones similares, obligando a extremar las medidas de seguridad. El argumento parece poco plausible. Es de suponer que una medida semejante hubiese apuntado en primer lugar a países que cuentan con mayor cantidad de restaurantes y donde la vulnerabilidad es, por esa y otras razones, significativamente mayor.

Segunda hipótesis. El denominado “riesgo país” se incrementó de manera importante y tal fue el factor que indujo a los dueños a deducir, aterrados por los hechos del 11 de septiembre, que Bolivia podría convertirse en un foco “privilegiado” para los grupos fundamentalistas en su cruzada contra la civilización occidental y cristina. Esta segunda suposición se ilustra con fragmentos documentales de los enfrentamientos registrados en febrero y octubre de 2003, lo cual la hace más endeble todavía que la anterior, puesto que el cierre de McDonald’s ocurrió un año antes. Caben dos alternativas: o los directivos de McDonald’s son futurólogos dotados de notables poderes de adivinación, o los realizadores de la película no tuvieron en cuenta este pequeño “detalle” de incoherencia cronológica.

Tercera hipótesis. Ésta es la causa principal del fracaso de McDonald’s en Bolivia, siendo los otros dos elementos coadyuvantes. Caracterizada por la estandarización de su menú —la misma hamburguesa se puede consumir en Bangkok, París, Kiev o Puerto Príncipe y tal sería la principal ventaja comparativa del producto—, aquí esa ganga se convirtió en un hándicap puesto que la variedad de ofertas alimenticias del mercado local, junto al gusto adquirido por los diversos paladares regionales, resultaron ser una barrera infranqueable para la monotonía gustativa ofertada por los restaurantes de la cadena.

Esta tercera conjetura resulta igualmente problemática. Está de una parte el dato de la muy buena salud de la cual gozan los negocios de otra cadena similar, la principal competidora de McDonald’s, instalada entre nosotros hace ya más de una década. Podría sumarse otro ingrediente nada desdeñable: basta que dejemos de considerarnos el ombligo del mundo para admitir, sin que ello desmerezca en absoluto nuestra riquísima diversidad en la materia, que en otras latitudes —México para no ir más lejos— se cuenta con una variedad no menos prolífica de platos típicos, sin que ello haya significado hasta el día de hoy escollo alguno para los más de 200 restaurantes McDonald’s allí aposentados.

Pero es con el testimonio de uno de los entrevistados que la tercera hipótesis termina de hacerse añicos. Ocurre cuando el economista Andrés Torres asevera que el principal negocio de la transnacional McDonald’s son los bienes raíces y no, como podría aventurarse, la comida-basura. Tal sería la explicación del porqué los restaurantes de la corporación se construyen encima de los terrenos más caros de cada una de las ciudades. Adicionalmente, entre los entrevistados algunos aportan su propia suposición: el precio de la hamburguesa resultaba excesivo para un mercado con sobreoferta de alimentos mucho más baratos y accesibles, criterio también discutible considerando la ya señalada buena salud del competidor de Mcdonald’s.

En buenas cuentas, en tanto tesis sociopolítica la película queda en agua de borrajas.

En cambio, es una apetecible y gozosa celebración de los sabores, los colores y hasta los olores de la tradición gastronómica boliviana en sus múltiples afluentes. Su mayor virtud consiste en haberse propuesto hacernos cómplices vicarios del placer de la comida, consiguiéndolo en virtud de un relato dinámico y festivo cuyo ritmo no decae, manteniéndose atrayente de principio a fin no obstante el carácter documental del emprendimiento y el peso dado al testimonio de enólogos, cocineras(os), chefs, comensales ilustres, historiadores(as) et al, cuyos dichos arman el hilo conductor de este paseo por la geografía de la gula nacional.

Mucho tiene que ver en el sabroso resultado, visual especialmente, la elaborada fotografía de Gustavo Soto que apuesta a la luminosidad de las imágenes y a la saturación cromática. No menos relevante es el trabajo de montaje, que condensa el testimonio de los entrevistados, dejando sólo sus dichos más jugosos y alternándolos de acuerdo con un ritmo que elude también el riesgo de caer en una repetitiva sucesión secuencial. En este último aspecto resulta esencial el trabajo de cámara, su desplazamiento cuando corresponde, la elección del mejor ángulo para dejar ver sin prescindibles subrayados enfáticos y el corte de edición en el momento oportuno a fin de no detenerse innecesariamente en lo mostrado agotando así el alcance de lo significado.

Sería injusto desconocer que todos esos aciertos técnicos y narrativos responden a una adecuada labor de concertación de los aportes singulares del equipo comandado por Fernando Martínez, integrándolos en un todo coherente que adicionalmente, y no es un merito menor, revaloriza el género mismo, tan maltratado por otros ejemplos desentendidos de sus responsabilidades narrativas y estéticas, confiando en la pura “importancia” del asunto a tratar, por lo general desvalorizado en definitiva por incompetencia cinematográfica aguda.

Ficha técnica

título original: ¿Por qué quebró McDonald’s? Dirección: Fernando Martínez. Guión: Fernando Martínez. Fotografía: Gustavo Soto. Montaje: Jesús Rojas. Sonido: Gigio Díaz. Música: Gigio Díaz, Juan Pablo Jofré. Canción: Mauricio Montero, Entre dos Aguas. Arte: Serapio Tola. Casting: Alejandra Lanza. Producción: Viviana Saavedra, Leandro Rocha, Hugo Castro Fau, Carlos Azpúrua. Bolivia, Venezuela, Argentina/2011.

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