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domingo, 8 de mayo de 2011

Natalie Portman : ‘Tengo miedo de todo’

Tras bordar su papel de bailarina obsesiva en 'Cisne negro' y llevarse el Oscar, la actriz, con fama de dura y dulce al mismo tiempo, no deja de sorprender. Multiplica sus caras con tres nuevas películas en la cartelera y su asalto a la producción. Sobre 'Thor', donde actúa pese al escándalo que esto ha provocado entre sus seguidores, Natalie Portman responde con pocas palabras: “No me gusta repetirme”.

Sabra. Así se dice en hebreo higo chumbo. También es una expresión que utilizan los nacidos en Israel para describir a aquellos en apariencia duros, pero de lo más dulces en su interior. Y así es como se describe a sí misma Natalie Portman:

“Sabra”. Nada de estrella ganadora del Oscar por su excelente trabajo en Cisne negro. Ni de niña prodigio que debutó con El profesional cuando sólo tenía 12 años. Ni reina de los frikis tras su paso por La guerra de las galaxias ni la “aburrida niña buena” de la que hablaban sin cariño sus compañeros de colegio. Ni siquiera la más sexi, según las listas de internet. Nada de eso. Cuando se acerca a los 30 años, a la espera de su primer hijo concebido con el bailarín Benjamin Millepied y con el Oscar y todos los premios de Hollywood en su poder, Portman —nacida en Israel, criada en EEUU— se ve como un higo chumbo, fruto maduro y tenaz que pincha por fuera, mecanismo de defensa después de casi dos décadas en esta industria, pero dulce por dentro, jugosa y llena del sabor que el público ha disfrutado en Cisne negro.

No hubo más que verla cuando recogió el Globo de Oro. Con la emoción dejó escapar desde su bien calculada imagen una risa nada posada, nada elegante, casi un ronquido, pero tan humana que daban ganas de abrazarla. Eso sí, ¡cuidado con los pinchos! Porque hasta que Portman sonríe y te deja probar su dulzura, lo primero que ves en esta diminuta actriz que ronda el 1,60 de altura es un discurso perfecto, compuesto y casi robótico, acompañado de una mirada fija y serena, segura pero a la vez huidiza, como la de un perro extraviado que no sabes si quiere morder o ser tu amigo para siempre. “Te acostumbras a verte desde fuera, a ver imágenes tuyas, a ver tus películas, y es una disociación peligrosa. Necesitas protegerte, pero también, como artista, necesitas volver a ti misma, ser tú misma sin necesidad de complacer a los demás”, subraya con amabilidad.

El día de la entrevista, la sonrisa está más cerca que el mordisco.

El encuentro tiene lugar lejos de todo. Lejos de su maternidad, lejos de su Oscar y lejos del mundo de los mortales. Perdidas en medio de la nada más absoluta, en las planicies de Nuevo México, a una hora en coche de Santa Fe. La nada donde Portman estaba rodando Thor, el último superhéroe de la Marvel que llega a las pantallas. “Ni sabía quién era hasta que me ofrecieron el papel. Pero si quiere que me invente que es mi superhéroe preferido, lo hago...”, añade con complicidad sobre los rigores de una publicidad imparable.

Nos encontramos guarecidas del frío estepario en una caravana que sirve de camerino y en la que no falta nada. Hay hasta televisión; una paradoja para una actriz que asegura no tener ese aparato en su casa de Los Ángeles, donde ahora vive.

Pero no ha sido el paisaje ni los poderes de Thor los que la han convencido para venir hasta aquí, sino la posibilidad de trabajar con Kenneth Branagh, el director de la cinta. Portman se entrega a los directores que admira. Dice que mientras que el trabajo del actor es egoísta y egocéntrico, el director es quien comparte su visión con el público a través de la lente. Ése es el credo de su carrera. “Ken es increíble. El verdadero motor de esta historia. ¿No le parece fascinante que un director como él esté detrás de una película basada en un cómic? Eso me hizo pensar que el filme sería diferente. Y ha cumplido mis expectativas. Trabajar a su lado a diario es mi recompensa”.

Son muchos los que se llevaron las manos a la cabeza al ver el nombre de Portman en este filme de palomitas, donde en principio se le ha perdido poco a una actriz de su talla. Pero esta actriz siempre se ha caracterizado por tener su propio criterio y sus elecciones, acertadas o no. “Quizá de pequeña me dejaba influir más, sentía que tenía que responder a lo que otros esperaban de mí. Pero, desde luego, no ahora”.

Portman pertenece a una amplia generación de intérpretes que comenzaron a la vez y han llegado muy alto. “Todas comenzamos de niñas. Si mira a Lindsay Lohan, Scarlett Johansson, Keira Knightley, Kirsten Dunst, Christina Ricci, Claire Danes o Reese Witherspoon, todas empezamos muy jóvenes. Luego las hubo que crecieron más y otras nos quedamos enanas”, añade con humor, consciente de su estatura. Pero, como comentó en una ocasión el actor Eric Bana, “no te dejes engañar por su tamaño, porque es pura dinamita”. Además, lo que realmente la diferencia del resto de su generación es que Portman siempre ha ido por libre, nadando fuera de los estereotipos. Sólo ella se libró de la etiqueta de “la nueva Julia Roberts”.

Quizá por ello, y cuando nadie dudaba de su calidad y Portman rechazaba proyectos que parecían perfectos para alguien de su edad y valía, la actriz sorprendió a la industria diciendo que sí al trabajo más criticado de su carrera. También el que más seguidores (y más dinero) le ha reportado. El de reina Amidala en la saga de La guerra de las galaxias. Eso sí, tardó dos semanas en decir que sí al papel más buscado del momento. “Iban a ser 10 años de mi vida desde que firmaba hasta el estreno de la última. Fue una decisión que me dio miedo”, recuerda con honestidad.

Sus amigos hablan de la friki que hay en Portman, y debe de ser cierto a juzgar por la soltura con la que se maneja en foros como la ComicCon de San Diego, la mayor concentración de frikis por metro cuadrado, donde la actriz es reverenciada por su trabajo no sólo en la saga de George Lucas, sino con los hermanos Wachowski en V de vendetta y ahora en Thor.

La culpa es de Géminis

Tras verla en Cisne negro se hace difícil pensar o incluso creer que Portman tenga miedo a algo, que ponga en duda su talento. Quienes han trabajado con ella tampoco lo creen. Mike Nichols, el director que la hizo mujer con Closer y le dio su primera candidatura al Oscar, la comparó con Meryl Streep porque, como ella, sabe desaparecer en cualquier personaje que interpreta. “Yo la veo más con la clase de una Grace Kelly”, aclaró Scarlett Johansson tras trabajar a su lado en Las hermanas Bolena. “Es la mujer que quieres que pilote tu avión”, asegura el realizador Jim Sheridan alabando un trabajo “que parece técnico, pero es pura emoción”. De nuevo las dos caras de Portman. Claro que cuando le hablas de sus dualidades, la actriz dice con un ligero encogerse de hombros y una sonrisa: “¡qué puedes esperar de una géminis!”. Portman sabe que es tímida.

También que es curiosa. “Tengo miedo de todo, pero eso suele ser señal de que tengo que hacerlo. Porque si hago algo que no me da miedo, me acabo aburriendo y hago un mal trabajo. Mientras que si el trabajo me preocupa, lo único que hago es pensar en él y eso me consume hasta que consigo dar lo mejor de mí”. Tras semejante confesión, es fácil deducir por qué ha bordado su papel en Cisne negro.

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