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domingo, 16 de enero de 2011

ICÍAR BOLLAÍN: ‘Viví un aventurón en Bolivia’

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— De Toronto a Valladolid (festivales que han aplaudido la película) y seleccionada para los Oscar de Hollywood...

— ...seleccionada por España. Todavía nos queda un par de pasos para lograr la nominación a los Oscar.

— La película, en todo caso, ha tenido muy buena acogida.

— Muy buena... la reacción hasta el momento ha sido estupenda. Estamos muy contentos.

— ¿El guión es una adaptación de un texto de Paul Laverty (guionista de Ken Loach y marido de la cineasta)?

— Es la película del guión de Paul. No una adaptación, es el guión original que Paul trajo al presente conectándolo con la Guerra del Agua que se libró en Cochabamba.

— ¿Cómo surgió la idea de ir a Bolivia?

— El guión es parte de un largo proceso que Paul comenzó como un proyecto que estuvieron trabajando con Alejandro Gonzales Iñárritu; pero cuando este último optó por hacer Biutiful, cada uno tomó su camino. Y el guión yo lo veía como muchos que tiene Paul y que no trabaja conmigo. Pero, cuando me lo propuso, se me cayó de las manos del susto. Tanto él como el productor Juan Gordon insistieron mucho y me pareció un guión muy complejo, muy ambicioso, muy original. Decidí que valía la pena irse a Bolivia y donde hiciera falta.

— Hay todo un trabajo de documentación en la película. ¿Dudaste si era ficción o documental?

— No. Nunca dudas, porque estás rodando; lo que está ante la cámara está hecho. Lo que sí, había opción de no ir a Bolivia por el tema económico, sino a un país más grande y con más recursos para el cine. Pero la verdad es que estaba ya en la esencia del guión la Guerra del Agua en Cochabamba y decidimos ir y rodarla allí. Quienes participaron de extras en la película, realmente estuvieron en la Guerra del Agua. Hubo cierto cruce de cables durante el rodaje y la gente volvía a tomar la ciudad.

— Mi pregunta era si no pensaste en hacer un documental de eso que pasó el 2000.

— De la Guerra del Agua hay muchos documentales, es un conflicto muy icónico, es de las pocas batallas de la población civil en las que ésta gana; normalmente la Policía llega, aplasta y se acabó. No, esa vez la gente ganó y echó a la multinacional que quería privatizar el agua. Hay libros sobre el tema y no tenía sentido hacer otro documental. Lo bonito e interesante es cómo lo relaciona Paul con la Conquista, como hace el paralelismo entre el oro y el agua y que otra vez son los mismos los que pelean con palos y piedras contra un ejército moderno. Ésa era la gracia.

— Se trata de un guión bien construido, mezcla de realidad y ficción. Un equipo de cine que va a rodar sobre la Conquista de América, y donde Costa, el productor (Luis Tosar) y el director, Sebastián (Gael García Bernal), van a encontrarse en una situación similar a la de Colón.

— Ellos son parte de un equipo de cine que va a Bolivia para revisar un poco lo que fue la Conquista; pero el productor tiene una actitud como la de Colón, es un nuevo colonizador que va a aprovecharse de que Bolivia es muy pobre y puede sacar extras muy baratos. Hay muchos juegos, ironías y contradicciones.

— Sus personajes van a ser transformados por esa experiencia. La gente del casting de ficción de la película participará de la Guerra del Agua.

— Sí, y hacen de indígenas en la película de Colón. Lo que pasa es que Sebastián y Costa van a hacer una película y la vida se los come, la vida de alrededor les supera.

— Y cómo pensaste en Gael. El guión no estaba escrito para él, supongo.

— No, ni Paul ni yo escribimos pensando en actores. Surgió de un proceso creativo en el que participó también el productor y se pensó en Gael para internacionalizar y reflejar la realidad de las coproducciones. Que sea mexicano tiene también su sentido para otra mirada de la Conquista. Y Gael transmite esa ambigüedad que necesitaba el personaje; tiene esa presencia dulce y amable, pero adivinas dureza si hace falta y la pasión que saca al final de la película. Es un buen actor que encajaba muy bien en lo que estábamos buscando.

— Lo interesante de los dos personajes, Costa y Sebastián, es que van evolucionando donde no se lo espera uno.

— Cada uno hace un viaje moral opuesto. Sebastián (Gael) llega a Bolivia sensible hacia cómo van a hacer aquello y que quiere rodar desde el punto de vista de los indígenas; pero a medida que se le cruzan los problemas le sale el tiburón que todo director lleva dentro y que le hace decir: yo quiero acabar mi película. Y Costa hace el viaje inverso. Contar para el papel con Luis Tosar es un privilegio; necesitábamos a alguien que matizara; que llegase de cínico y fuera humanizándose poco a poco. Y lo muestra dando una mirada aquí, una palabra allí, un silencio acá. Luis tiene capacidad de transmisión y va ganando en peso y carisma. Es de los más interesantes actores españoles. Llena mucho la pantalla.

— Come mucho plano, totalmente.

— Come plano, sí. Hay que decir que está muy conectado con lo que está pasando. Además, muchas de las acciones las tiene con actores bolivianos que no son profesionales. Yo, para no cansarlos, comenzaba el trabajo con ellos y al final del día hacía los planos de Luis y él aguantaba como un campeón. No daba nunca de menos a los otros. Es muy generoso.

— Cómo encontraste a ese indígena tan formidable (Juan Carlos Aduviri).

— Luego de un larguísimo casting. En Bolivia no hay una industria del cine, a los actores los vimos enseguida y no hallamos lo que buscábamos. Salimos a la calle, donde un par de personas bolivianas hicieron un trabajo magnífico de meses. En medio encontramos a Juan Carlos; Gael y yo nos decíamos: ‘Mira qué fuerza, mira qué ojos’.

— Como en la escena de la película.

— Le pedimos una improvisación. Y la misma es la que se ve en el casting de la película de ficción.

— En la cinta hay una reflexión sobre el realizador. Tú lo eres. ¿Te identificas con el personaje?

— Hombre, hay un punto de identificación. Yo, como cualquier director, tengo que luchar a brazo partido por mi película, contra los miles de motivos para ceder y no ir por el mejor material. Sin esa obcecación, no llevaría gran cosa al montaje. La decisión de Sebastián de hacer su película, pese a todo, tiene un punto de razón, pero no sé si yo llegaría allí.

— No lo hace en cambio el productor.

— Bueno, él tiene un punto de razón.

— Estás entre los dos.

— Las dos opciones tienen una razón de ser. Sebastián hace una película que cree que va a dejar huella y que tiene que llegar hasta ahí. Yo, como cineasta, me doy cuenta de que hay películas que me dejaron huella, pero muchas veces me encontré con que la vida es más importante: tú sólo estás haciendo una película y alrededor está la vida.

— Has dado un giro en tu carrera al trabajar con Paul Laverty. Tu cine ha sido más social y marcadamente feminista. ¿Es ésta una nueva etapa?

— Me encantaría hacer más cosas con Paul; pero otra vez nos liamos cada quien en otra cosa. Él ha vuelto con Ken Loach y yo a algo mío. Espero que volvamos a trabajar juntos; hay que encontrar un tema que nos interesa a los dos, ésa es la clave

— También la lluvia es además un cambio enorme, salir del contexto español, ir a Bolivia. ¿Ha sido una situación difícil?

— Un aventurón ha sido. Así lo he vivido. Pensamos encontrar más problemas, hubo menos. La sensación ha sido positiva por todos los lados. Mi sensación es que vale la pena arriesgarse. Leído el guión maravilloso, no sabía cómo iba a funcionar en la pantalla. Pero, valió la pena.

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