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lunes, 6 de diciembre de 2010

Bolivianos presentan un sistema 3D accesible a todos los cines

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Los nevados de la cordillera se sienten a sólo unos metros de distancia, la vegetación del Madidi te rodea y las columnas de la chiquitana iglesia de San Javier están al alcance de la mano. Todo, con el sistema boliviano desarrollado por Imagen Real.

Bolivia 3 D es el primer trabajo cinematográfico trabajado en este sistema en Bolivia. El cortometraje de 12 minutos de duración se estrenó ya el año 2009 en el stand de Soboce en la Feria Exposición de Santa Cruz y en la feria de Tarija. Lo más importante de la técnica es que no requiere de salas especiales de 3D y se adapta a cualquier proyector. Es más, se montó en una sala itinerante.

“Hemos trabajado durante mucho tiempo en documentales con el proyecto de responsabilidad social de Soboce, y con este tema hemos querido experimentar en el cine en tres dimensiones”, explica Ernesto Fernández Tellería, director de fotografía y documentalista de Imagen Real.

Basados en el concepto mismo de tres dimensiones, donde el ser humano puede captar la profundidad de campo gracias a la separación entre los dos ojos, estos cineastas trabajaron con dos cámaras convencionales, unidas una a la otra, para replicar el efecto.

La investigación y experimentación duró más de un año. Luego, se requirieron dos meses de trabajo para la filmación de los diferentes paisajes elegidos de todo el país: la Cordillera Real, el lago Titicaca, el Carnaval de Oruro, el Salar de Uyuni, San Miguel del Bala, La Angostura, Concepción...

El resultado, una proyección de alta calidad proyectada la anterior semana en un preview en Multicine. “Para la distribución pensamos cortar el filme en clips de dos minutos para exhibir antes de cada película”, sostiene Fernández, que contó con el trabajo en sonido envolvente de Gigio Díaz para lograr el resultado final.

“El 3D ha llegado para quedarse. Ya no pensamos más en planos, debemos pensar en ventanas donde se entra y se sale. El foco ya no lo decide el que filma, sino el ojo del que ve la película”, concluye Fernández Tellería.

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